Opinión
Por
  • Fermín Civiac

Joaquín Costa hoy

El Archivo Histórico Provincial de Huesca integrará parte del legado de Joaquín Costa
Joaquín Costa
G.A.

Volvemos a recordar, un año más, el fallecimiento de Joaquín Costa el 8 de febrero de 1911. En la campaña electoral de las elecciones de 1896 dio dos mítines en Monzón. En uno de los cuales ocurrió la famosa anécdota de la charanga que fue enviada por los caciques locales para dificultar el mitin.

En el primer mitin desgranó su programa electoral que incluía en su primer punto «la formación de un plan general de canales de riego y su construcción inmediata por cuenta del Estado, empezando por los canales de Barbastro y La Litera». Tanta importancia le dio a la aprobación de un plan de regadíos, que llegó a decir que «un canal de riego proporciona al pueblo mayor suma de libertad que una Constitución, por muy democrática que se titule». Al candidato contra el que competía en las elecciones le llamó el «candidato de los ricos, el candidato de la sequía».

Costa fue un gran reformador social. Todas las ramas de conocimiento que cultivó (economía, sociología, historia, filosofía, topografía, geografía, derecho, …) tuvieron para él siempre un hilo conductor: proponer un gran plan de reforma social.

El montisonense en su famosa obra “Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cambiarla” hizo un estudio pormenorizado del verdadero sistema político de la Restauración, en el que, bajo la apariencia formal de una democracia representativa, se estructuraba un régimen en manos de una oligarquía que utilizaba el caciquismo como forma de dominación de un pueblo, mayoritariamente rural empobrecido por las desamortizaciones.

Toda la obra de Costa tuvo la finalidad de crear las condiciones materiales y culturales para la creación de una verdadera ciudadanía, que pudiera ser sujeto histórico de una democracia sustantiva, estable y duradera, que pudiera modernizar España y asegurar su prosperidad y armonía social, sin alterar la naturaleza de las relaciones de producción.

Para lograr esta finalidad concibe una «desconcentración» de la propiedad agraria. Quiere conseguir una sociedad de hombres libres, mayoritariamente propietarios de sus tierras, que dejarían, de esta forma, de estar subordinados al cacique, al que debían los jornales.

La política hidráulica, de la que Costa es un gran difusor y, en parte, incluso creador, forma parte de su política agraria con la que hacer más productivas las pequeñas parcelas de los agricultores propietarios. Al mejorar la capacidad económica de los pequeños agricultores pretendía asegurar su autonomía social y política, y se rompía el «nudo gordiano» del caciquismo, verdadera estructura del régimen que pretendía reformar.

Vemos, pues, cómo las obras hidráulicas tienen, en el pensamiento de Costa, una clara finalidad social. «Agua de riego para el pueblo», solía decir. Siendo importante y nuclear la reforma social agraria que Costa propuso, su programa reformista no se redujo a un programa agrario, sino que incluyó todo tipo de medidas «gacetables» de reformas económicas, sociales, fiscales, políticas, administrativas, de política exterior, y sobre todo en materia de educación.

Su famoso lema «escuela y despensa», que incluso figura en la estatua que inauguró Miguel Primo de Rivera en Graus, resume su convicción de que sin un buen sistema educativo no sería posible el desarrollo económico de España. «La mitad del problema español está en la escuela …», escribió.

El pensamiento de Costa sigue más vivo que nunca. Vemos cómo miles de agricultores se están rebelando en toda Europa y en España reclamando lo mismo que quería el de Monzón para sus coetáneos: explotaciones agrícolas rentables que dieran a los agricultores autonomía social y política. Los agricultores no quieren ayudas ni paguitas que los empobrecen y los hacen siervos de un nuevo caciquismo de escala global que impone, con el concurso de los partidos títeres del sistema, el pacto verde de la agenda de la oligarquía internacional.

España necesita ir en la dirección contraria del pacto verde. Necesitamos una producción creciente de alimentos de calidad, dentro del respeto al medio ambiente, que proporcione los suficientes recursos para que la agricultura sea una actividad próspera y prestigiosa socialmente, que fije población en esa España cada día más vacía.

Nuestros compatriotas de la España rural necesitan un gran programa social que acometa en todo el campo español las reformas que éste necesita. Infraestructuras, servicios, escuelas y, por supuesto, un nuevo plan hidráulico que comprenda todos los recursos hídricos de España, y los distribuya en función de las necesidades de los territorios, empezando por las tierras que hoy siguen viendo cómo el agua sigue corriendo al mar, porque «¿hará el sabio pan si carece de agua?»

La charanga del mitin adopta ahora otras formas: silenciamiento mediático, estigmatización y señalamiento. Sabíamos que no era fácil. Nunca lo fue. 

* Fermín Civiac es diputado de VOX en las Cortes de Aragón por Huesca