Opinión
Por
  • Rosa Castro Cavero

El miedo al fracaso paraliza nuestra vida

El "virus del miedo" condiciona el comportamiento electoral, según un experto
El "virus del miedo" condiciona el comportamiento.
S.E.

HACE unos años al redactar noticias de divulgación científica me encontré con esta declaración que me hizo pensar que no podemos controlar al cien por cien nuestras vidas: “Estamos controlados por el componente emocional, al igual que hace 50.000 años”, declaró el bioquímico estadounidense Stanley Cohen, galardonado con el Premio Nobel de Medicina en 1986 junto a la neurobioquímica italiana Rita Levi-Montalcini, con quien trabajó conjuntamente y descubrió que las células sólo comienzan a reproducirse cuando reciben la orden de hacerlo, orden que es trasmitida por unas sustancias llamadas factores de crecimiento.

La declaración de este extraordinario científico es una verdad poderosa. Podemos comprobarla con una emoción básica como el miedo, que puede bloquear y apagar todo nuestro potencial humano. En una fase extrema puede llegar a bloquearnos, combinándose con cuadros de ansiedad, estrés, fobias, paranoias…

Mi curiosidad me llevó a preguntar a Luis Muiño, un psicoterapeuta y autor de varios libros de divulgación, que me manifestó su total conformidad. “Estoy completamente de acuerdo con Cohen. Siempre estaremos controlados por el componente emocional, porque nosotros no lo controlamos, funciona a través del sistema límbico. Lo que está evolucionando es nuestro córtex cerebral, porque somos personas seguramente con más conexiones neuronales que hace un millón de años. Es posible que el intercambio entre el celebro derecho e izquierdo sea ahora mucho mejor, más fluido. Pero todo esto es córtex cerebral, el sistema límbico sigue igual desde el principio de la evolución de los mamíferos”.

Todos sabemos ese dicho popular de “el miedo guarda la viña”, y que el miedo ha permitido a la raza humana la supervivencia. Encontramos ejemplos positivos en experiencias propias y ajenas de cómo un miedo nos ha avisado de un potencial peligro, a una caída, a un choque. En este caso estamos ante un miedo equilibrante, que es una sensación sana que nos ayuda a identificar problemas y a ser prudentes. El problema es la dosis del miedo. Si es pequeña, será positiva, pero cuando se convierte en temor elevado, estamos ante una paralización de nuestra conducta. En ese caso, el miedo sería tóxico, nos paraliza y hace que no tomemos decisiones por temor a equivocarnos.

Los miedos no precisan ser reales, pueden contagiarse del sentir de los demás o bien de traumas experimentados o imaginados. El miedo tóxico elimina la posibilidad de vivir, porque una persona paralizada por el miedo, necesitaría tener todo controlado antes de salir de casa. Los psicólogos como Luis Muiño hablarían muy extensamente y explicarían que este sustantivo está en la base de múltiples trastornos o enfermedades.

Las empresas, instituciones saben muy bien eso de que con el miedo se puede controlar la conducta de las personas, pero a la larga no es rentable, pues no favorece la productividad y empeora el clima laboral. Pilar Jericó, referente internacional en desarrollo del liderazgo, mentalidad de cambio y NoMiedo ha acompañado y ayudado a más de 300 organizaciones que han optado por potenciar el talento en sus equipos de trabajo, logrando así una transformación en la compañía.

Para Pilar Jericó, el verdadero líder da confianza e incentiva a los empleados, no les oculta información y sabe delegar, repartir, confiar. Esta Premio Nacional de Management y Top 100 Mujer Líder encuentra ejemplos de liderazgo en la naturaleza que nos ayudan a entender esas leyes que rigen el mundo animal y permiten su supervivencia.

Los animales no conciben que exista error o fracaso. La cebra se salva en el 90% de los casos del ataque del león. Así que, en terminología humana, los leones sólo tienen éxito en el 10% de las ocasiones que van de cacería de cebras. Esta conclusión es humana. La realidad es que el rey de la Selva no deja de ser grande por tener tan pocos aciertos, no se debilita, sigue teniendo la misma fiereza, la misma velocidad, la misma o mejor técnica de ataque… Todos lo respetan porque él mismo se respeta. En cambio, a los humanos nos es difícil no machacarnos cuando erramos y nosotros mismos nos debilitamos hasta poder llegar incluso a olvidar nuestra esencia, nuestra fuerza interior, nuestro agarre a la vida.

Comparto una opinión con Pilar Jericó: lo contrario al amor no es el odio sino el miedo. Amemos para vivir sin miedo. 

Rosa Castro Cavero, comunicadora especializada en divulgación científica.