Opinión
Por
  • Rosa Castro Cavero

No olvidemos la fragilidad de los niños

Los niños desplazados asisten a clases de ucraniano en Monzón para no olvidar su idioma
Los niños desplazados asisten a clases de ucraniano en Monzón para no olvidar su idioma
Asociación Ucraniana Cinca Medio

Han pasado décadas. Los tiempos dan giros de muchos grados. De trabajar como periodista en redacción en periódicos y en divulgación de ciencia me sumergí a investigar sobre problemáticas tan graves como niños en situación de calle en países como Guatemala, Paraguay y Bolivia. En este último país tuve oportunidad de ser becada por Ibercaja para realizar una investigación y publicar un libro (’Niños de la calle en Bolivia’, Editorial Entinema), que pronto verá su segunda edición. Estoy muy agradecida también a la Asociación de Periodistas de Aragón por becarme en dos ocasiones para viajar e investigar sobre problemáticas de la niñez boliviana y paraguaya.

He visto y conocido de primera mano el sufrimiento de lo más sagrado que tiene una nación: sus niños. Ellos mismos fueron quienes me hablaron en primera persona de cómo era dormir, sobrevivir en la calle y en los hogares que los acogían. Estos centros los alojan de forma completa o bien en una primera fase, solo por las noches. Les dan oportunidad de abandonar la calle, pero muchos se escapan y vuelven a ese mundo, atrapados por esa aparente libertad y la adicción a la clefa o pegamento, que les ocasiona peores daños cerebrales que la cocaína. En estas visitas, me hacía acompañar de educadores, voluntarios o religiosos, a los que ellos tenían como referentes, para identificarme como alguien confiable. Incluso dejaba mi grabadora o mi libreta de apuntes a un lado, para que evitar interferencias en la comunicación.

Estos testimonios desgarradores de pobreza, violencia, abusos sexuales o físicos estarán por siempre en mi corazón y pude sacarlos a la luz en reportajes y en mi libro. Todos los pequeños que me ofrecieron su testimonio de vida fueron mi gran escuela o doctorado. Me hicieron conocer cómo el ser humano es frágil si en su infancia no hay personas que lo apoyen tanto material como espiritual o emocionalmente, que crean en él, comenzando por sus propios padres. Cualquier persona, sin ese apoyo o apego inicial puede destruirse. A no ser que encuentre alguien que sea un tutor resiliente, término psicológico para explicar que un trauma por grave que sea puede superarse con la ayuda de alguien que crea en la persona, en este caso en el niño o adolescente abandonado. Encontré algún testimonio de superación en niños, hoy ya adultos profesionales que han logrado salir de toda esta espiral de pobreza, abandono, calle y violencia. Tenían como denominador común haber encontrado a una persona que creía en ellos, de forma incondicional y les inspiraba para construir otro futuro, otra versión de sí mismos.

En Guatemala, Bolivia y Paraguay, a lo largo de estancias e investigaciones, pude realizar también una tesis del Máster de Estudios Sociales de la Universidad de Zaragoza. No eran sólo declaraciones o entrevistas para reportajes, era investigar más profundamente para comprender un drama que es global. Se estima que en el mundo hay alrededor de 120 millones de niños viviendo en la calle en América latina, Asia o África, según Unicef.

Esta realidad de niñez en la calle no la vemos en España, pues los pequeños viven con sus padres o bien están institucionalizados en orfanatos. Pero no debemos pensar que en nuestro país no hay marginalidad o pobreza infantil. Todo lo contrario en los últimos años se están incrementando la pobreza infantil. Somos el país de Europa con la tasa de pobreza infantil más alta. El 28 % de los menores españoles viven en pobreza.

Vivir en un país avanzado no es sinónimo de bienestar infantil. Uno de cada cinco menores que viven en los países más ricos del mundo es pobre. “Hay menores en España que no pueden permitirse comer carne, pollo o pescado al menos una vez cada dos días, que no cuentan con ropa, calzado o libros adecuados”, aseguró Gustavo Suárez Pertierra, presidente de Unicef España.

Debemos proteger la infancia, ya sea en los países del primer o del tercer mundo. Es muy frágil, no la ignoremos.

Las consecuencias de una infancia marginal permanecen en la persona para toda la vida.