Opinión
Por
  • Carlos García Martínez

Dale que dale

El Canfranc consigue de nuevo financiación europea para impulsar su reapertura
El Canfranc 
G. A.

POCOS se atreven a reconocer que una futura travesía ferroviaria aragonesa “a nivel europeo” como la renombrada “Travesía Central del Pirineo (TCP) acabará por unir, con los menores rodeos posibles, Zaragoza y Burdeos, lo que supondría dar por hecho que cruzaría la frontera del Somport por un túnel de baja cota y que se recuperaría la comunicación directa entre Zuera y Ayerbe. Pero no hay otra, y ya va siendo hora de que los responsables de las instituciones y los medios aragoneses se lo piensen y estudien los mapas, en relieve mejor. Un estudio de INECO de 1990 declaraba el Canfranc inviable económicamente y que “era sustancial el cambio de todo el trazado, modificando planta y perfil.

En cuanto a la línea antigua, entre Canfranc y Olorón, la velocidad estaba limitada por rampas en el límite de la adherencia, con radios de 200 metros y un túnel en espiral, y ahora los edificios de servicio de las estaciones, en general, han sido vendidos.

 

En el año 2001 apareció el llamado “túnel del Vignemale” -sin un proyecto de la línea- como reivindicación ya histórica. Se trataba de un trayecto que cruzaba el Pirineo en diagonal y por su parte más ancha, que uniría Zaragoza con Toulouse, ciudad cerrada a las comunicaciones importantes hacia el norte por el Macizo Central francés. El estudio “Comunicaciones transpirenaicas en Aragón”, editado por el Instituto de Estudios Altoaragoneses en 1986, decía que “Sólo puede atribuirse rango europeo a los itinerarios costeros, al eje Toulouse-Barcelona por el Llobregat y al Zaragoza-Burdeos por el Somport, incluidos en los acuerdos MOPU- Datar. 

En 2014, el embajador galo en España, Jérôme Bonnafont, aseguraba en Zaragoza que la rentabilidad de la línea de Canfranc era “muy discutida por los expertos” y que la TCP era “un sueño sin proyecto”. Etcétera, etcétera, etcétera, podría ocupar todo el periódico con declaraciones y citas contundentes, suficientemente abrumadoras, que ratifican mis opiniones al respecto.

Cuando el presidente Azcón urge ahora en el Pleno del Comité Europeo de las Regiones a impulsar “la reapertura del Canfranc para que por fin se pueda reabrir la conexión Zaragoza-Huesca-Canfranc-Pau” y a “volver a poner en el mapa la Travesía Central del Pirineo”, repite lo que otros presidentes y los medios no se cansan aún de repetir. Ahora, dale que dale, como su presidente, el director General de Transportes, Miguel Ángel Anía, que asistió a una jornada del Grupo de Transportes de la Conferencia de Regiones Periféricas de la UE en Bruselas, puso como ejemplo de los proyectos a terminar en 2040 la línea Zaragoza-Canfranc-Pau y el proyecto de la TCP “entre Huesca y Toulouse”. El consejero del Gobierno de Rudi, que se cargó el Plan Red, estaba convencido de que Rajoy impulsaría el Canfranc y hasta dio una fecha para la reapertura: 2015-16.

Lo del Vignemale era un cuento chino, señoras y señores, y el Canfranc tiene un peso emocional, pero ni debemos mezclar la vieja línea con el peso de la historia ni desperdiciar tantos años sin reconocerlo, incluso poniendo palos en la rueda, como fue la cara impostura del Vignemale para desviar la atención de la única TCP posible, la que uniría Zaragoza y Burdeos por el Gállego y un túnel de baja cota bajo el Somport por el paso más estrecho del Pirineo central, frase que suelo repetir machaconamente, ya que me parece rarito descongestionar Irún y La Junquera pasando por Toulouse y nunca me haya creído lo de restaurar el Canfranero internacional.