Opinión
Por
  • Fernando Jáuregui

Salvador Illa for president

El exministro Salvador Illa, durante la entrevista previa a la presentación de su libro.
El exministro Salvador Illa, durante la entrevista previa a la presentación de su libro en Huesca.
D. A./Pablo Segura

Una vez finalizadas y, al ritmo que va este tren nuestro de la política, casi olvidadas las elecciones vascas, ya estamos de hoz y coz en los penúltimos preparativos de las elecciones catalanas, que esas sí que van a ser la madre de todas las elecciones, sobre todo por las consecuencias ‘nacionales’ que de ellas se derivarán. Y ya sé que no es frecuente que un periodista apueste por un candidato -aunque es perfectamente legítimo, claro- ni yo, empeñado en reivindicar la independencia del informador, suelo hacerlo; pero en esta ocasión, dada la trascendencia de lo que nos jugamos, permítame decantarme por el cabeza de lista del Partit dels Socialistes de Catalunya, el ex ministro de Sanidad Salvador Illa.

Lo apoyo sin entusiasmo, porque es difícil que este perfil entusiasme a nadie, pero tengo a Illa por persona honrada, cabal, quizá demasiado limitada en sus ambiciones políticas. Pero, sobre todo, es el último bastión del constitucionalismo en cualquier tentativa de hacer una Generalitat no plenamente independentista.

El enorme problema territorial existente en España reclamaría soluciones mucho más drásticas que esto de decantarse por el menos malo, por ejemplo un pacto transversal, regeneracionista a muchos efectos, entre las dos principales fuerzas nacionales, PSOE y PP. Pero esa hipótesis no pasa por ser una utopía bienintencionada, hoy por hoy imposible por culpa de ambos. Y, además, en el caso del Parlament catalán, seguramente un acuerdo entre PSC y PP no bastaría para que los números diesen para formar un Govern, lo que haría cerrar filas a los independentistas en un pacto que en estos momentos tampoco parece que vaya a darse. No faltan gentes, situadas en muy específicas áreas de oposición, que digan que una victoria de Illa en Cataluña es equiparable a una victoria de Pedro Sánchez, algo que les disgusta profundamente. Pero ¿y qué? Es el caso que, si solamente existen dos posibilidades para sustituir a Pere Aragonés en el cargo de molt honorable president de la Generalitat y una de ellas es la que representa Carles Puigdemont , me quedo sin dudar con la otra, la de Illa. Por mucho que luego venga el inquilino de La Moncloa a sacar pecho y presumir de que no solo cogobierna su partido en Euskadi, sino que también lo hará en Cataluña, junto con Esquerra Republicana.Hoy por hoy, tengo a Puigdemont no solo por enemigo del Estado, sino que sospecho que también lo es, en el fondo, de Sánchez. Su nueva pesadilla, una vez que se deshizo de la que representaba Pablo Iglesias. Y hasta puede que el presidente del Gobierno central, que es hombre de suerte no siempre plenamente merecida, vea pasar ante su puerta el cadáver de su enemigo Puigdemont, que ha prometido que, si no alcanza la Presidencia de la Generalitat, se retirará de la política, y creo que lo hará si llega el caso. Lo cual, qué quiere que le diga, es algo que pienso que alegrará a muchos.

Por eso creo que Illa es la única opción posible, y temo que, diciendo esto, molestaré a bastantes. A todos esos que se han empeñado en llevar al ex ministro de Sanidad a una comisión de investigación parlamentaria que versará sobre presuntos casos de corrupción en la compra de mascarillas cuando la pandemia. Un tremendo error no solo llevar a esas comisiones a alguien como Illa, que puede haber cometido muchas equivocaciones y negligencias, pero que nadie cree que se haya llevado un euro indebido: no es justo meterle en el mismo saco que al pegajoso Koldo, el del ‘Koldogate’. Error y disparate porque, además, se cita al candidato del PSC a comparecer ante las Cámaras legislativas, sin duda para vilipendiarlo, dos días antes del comienzo de la campaña electoral catalana.

Claro que la propia existencia de estas comisiones de Congreso y Senado es algo disparatado, que solo servirá para que la clase política se arroje basura a sí misma. Otro error más ‘de los nuestros’, que con tanto ardor se proclaman constitucionalistas y respetadores de la ley y el orden. Y luego se extrañarán de que los nacionalismos poco amantes de la Constitución y de la forma del Estado crezcan en los dos territorios históricos más problemáticos, Euskadi y Cataluña. En fin, que ‘Illa for president’ manque pierda, que, a este paso y con tantas torpezas, hasta acabará perdiendo.