EL PRESIDENTE del Gobierno, Pedro Sánchez, ha sorprendido con el anuncio de que sopesa dimitir después de que se hayan abierto diligencias contra su esposa, por supuestos delitos de tráfico de influencias y de corrupción en los negocios. A la sorpresa por la publicación de una carta dirigida a la ciudadanía, una fórmula que él mismo reconoce que no es habitual, para exponer sus argumentos, se une la conclusión de que cancela su agenda pública “para poder reflexionar y decidir qué camino tomar”. Esa carta llega también por un cauce poco reglamentario, publicada en su cuenta de X (antes Twitter), por lo que ha provocado un gran desconcierto. Su acusación está muy clara y culpa a la “derecha y la ultraderecha” de lo que considera un ataque personal. En esta misiva, queda patente el enfrentamiento entre los dos bloques, cada vez más acusado. Primero amaga con la dimisión: “¿merece la pena todo esto? Sinceramente, no lo sé. Este ataque no tiene precedentes, es tan grave y tan burdo que necesito parar y reflexionar con mi esposa”. Y, además, anuncia que se aparta de la vida pública: “El próximo lunes, 29 de abril, compareceré ante los medios de comunicación y daré a conocer mi decisión”. Por lo tanto, se pasa de la sorpresa inicial por un gesto sin precedentes, a la incertidumbre de cuál será el futuro mientras el país queda cuatro días más en una situación singular, como de espera. Pero una cosa es la amenaza y otra lo que finalmente suceda, ya que no es la única opción. Por lo tanto, habrá que esperar a ver cuál es la decisión que adopta el lunes en un momento en el que el presidente ya se encontraba en una situación difícil, y no solo por este caso.