Opinión
Por
  • Carlos García Martínez

El votante

El expresidente norteamericano Donald Trump.
El expresidente norteamericano Donald Trump.
EFE

En 2016, Trump dijo: “Tengo a la gente más leal. Podría disparar a alguien en la Quinta Avenida y no perdería votantes”. Quien es capaz, como las ultraderechas, de construir un movimiento de masas puede lograr la lealtad total. La guerra ideológica responde a la necesidad de dotar a las personas de razones por las que incluso vale la pena morir y matar colectivamente en función de los intereses de los poderes que le empujan a ello.

Conservo en mis archivos como “cita reaccionaria del año”, la siguiente:” En 1948 salió el engendro de la “Declaración universal de los Derechos del hombre”, inspirada en la declaración francesa de los derechos del hombre y el ciudadano. En sus artículos no hay concesión al hombre trascendente, en definitiva, negando a Dios, que extendió un Código de diez mandamientos, carente de derechos, pero que garantizaba una feliz beatitud en la Eternidad”.

La Declaración Universal de los Derechos del Hombre, proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en París en 1948, fue una respuesta contra el nazismo, el fascismo y el totalitarismo. Traducido en más de 500 lenguas, fue el primer reconocimiento universal de que los derechos y las libertades fundamentales son inherentes a todos los humanos. ¿A quién votaría hoy el - inocente- autor de la cita reaccionaria?

Toda democracia que no se asiente sobre una ciudadanía educada y consciente de sus derechos será de mala calidad. Un cambio político profundo se debe apoyar en una base cultural

Nada contribuye más a la firmeza de las ideas que la ignorancia y el dogmático se enorgullece de no cambiarlas. Lo que él llama traición es el derecho a perder el miedo a pensar. Como decía Cesare Pavese: “Es fácil aceptar la perspectiva más trivial e instalarse en ella, pero libre es solo el que se inserta en la realidad y la transforma”. Da la sensación de que los ciudadanos han perdido el control sobre las fuerzas que condicionan sus vidas y cabe pensar si los retos que tenemos son parecidos a los de la primera mitad del siglo XX, que ya sabemos cómo acabó. Los mitos de origen que cada movimiento usa para legitimarse definen cada movimiento y es impresionante cómo millones de personas se dejan engañar.

Los ciudadanos informados tienen en sus manos muchos elementos para actuar como seres racionales, pero utilizar la razón exige ver lo que se tiene delante. Cuanto más abierta esté la mente, mejor. Toda democracia que no se asiente sobre una ciudadanía educada y consciente de sus derechos será de mala calidad. En una sociedad adolescente hay crédulos religiosos o políticos, miedosos e inquietos en diversos grados: ideológicos, sexuales, étnicos... y un abanico de incrédulos, hipercríticos, nihilistas y antisistemas a porrillo. Siempre hay alguien que se engolfa con los temas candentes.

Toda democracia que no se asiente sobre una ciudadanía educada y consciente de sus derechos será de mala calidad. Un cambio político profundo se debe apoyar en una base cultural. El pueblo está confundido y ha encontrado el chivo expiatorio en los políticos, sin discriminación alguna. El dilema es elegir entre una política basada en unos propósitos positivos o la erosión de la sociedad mediante la política del miedo y los infundios que persiguen los populismos.

Expresar nuestros pensamientos tiene significado sólo si somos capaces de tener pensamientos propios. La duda asumida como inevitable asume la incertidumbre y son los votantes quienes deciden y deben responder de las consecuencias de sus límites y sus excesos. Siéntense al lado del otro y cuéntenselo. Para comprenderle y justificarle, nada mejor que intentar entrar en el pensamiento del otro. Es posible; sea mujer u hombre, viejo o joven, incluso tonto o listo, asesino, extranjero... Los españoles tienen una memoria horrible, y sólo atendiendo a esa circunstancia pueden entenderse muchos votos.

Carlos García Martínez fue presidente de la DPH de 1983 a 1987.