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Ricardo Bergua Salazar: "Relacionarme con la gente me gusta. Me quedé en hostelería y acerté"

Hace casi cuarenta y dos años abrió el Frankfurt El Viejo Acordeón, en la capital altoaragonesa

Ricardo Bergua Salazar: "Relacionarme con la gente me gusta. Me quedé en hostelería y acerté"
Ricardo Bergua Salazar: "Relacionarme con la gente me gusta. Me quedé en hostelería y acerté"
P.S.

Desde hace casi 42 años, la vida de Ricardo Bergua Salazar (Tremp -Lérida-, marzo de 1953) está ligada al Frankfurt El Viejo Acordeón, de Huesca. Su madre nació en la provincia de Lérida, en Castissent, y su padre en Montrebei, una propiedad que le fue expropiada cuando se hizo el pantano de Canelles. Ahora la casa familiar está en Puente de Montañana.

A los 9 años "fui a estudiar a los Salesianos de Tremp, donde hice ingreso, primero, segundo y tercero; luego pasé a Gerona, también Salesianos, y vine a estudiar sexto de Bachiller a Salesianos de Huesca... Soy un salesiano errante" (risas). En la capital oscense hizo el COU y Magisterio, y la mili le devolvió a Tremp, donde realizó el servicio militar obligatorio en la Academia General Básica de Suboficiales, "con lo que me vino de maravilla el pase pernocta".

Terminó su relación con el Ejército en septiembre del 76 "y el mismo mes, con Ángela, mi pareja, encontramos trabajo en dos colegios privados de Barcelona. Los centros privados estaban a la espera de unas subvenciones que no estaba muy claro que fueran a llegar, por lo que faltaba seguridad laboral y preferimos regresar a Huesca un año después, en 1977".

El proyecto del Frankfurt ya estaba en marcha mientras él trabajaba en Barcelona. En Huesca, "se encargaban de todo Domingo Malo y Joaquín Puey, y los fines de semana me venía de Barcelona a Huesca para trabajar" en el bar. "Empezamos a montar eso sin una perra ni media -explica Ricardo-. Domingo encontró el local, las obras se retrasaban, y vimos en Nueva España el anuncio de la apertura del Frankfurt El Danzante, en la calle Padre Huesca. Queríamos ser los primeros y fuimos a ver qué era eso y nos dieron dos salchichitas de Purlom en un panecillo; pedimos ketchup y nos sacaron unas rodajas de tomate... Esto no es competencia, pensamos. Pero al poco tiempo, nuevo frankfurt en Ramón y Cajal, en una barra especial que se instaló en la cafetería Lord, y lo mismo, no había salsas.. Abrimos nosotros El Viejo Acordeón en San Jorge del 77 y la gente estaba encantada, funcionaba como un tiro. Se trabajaba muy bien, y en el 78 Domingo dejó el negocio y nos quedamos Joaquín y yo".

Cuando se abrió el Bingo del Peñas en la discoteca Flamingo, Ricardo y Ángela trabajaron allí seis meses. "Estábamos los dos en la mesa; era un trabajo duro, muy absorbente. Era el inicio del juego regulado y Ángela trabajó también en el Bingo del Casino, y al paso del tiempo, abrieron un bingo en Monzón y nos dijeron que si podíamos ir a poner en marcha aquello, porque teníamos carné para ello. Nos fuimos a Monzón, al Vianeto, y lo que era seis meses para ponerlo en marcha, al final nos pegamos año y pico". Monzón entonces "era Hollywood" y el tiempo se había pasado sin enterarse. Mientras tanto, su socio de El Viejo Acordeón "se cansó de estar solo aquí y tuvimos que volver, y casi 42 años después, aquí sigo, en un sitio que ha funcionado muy bien, que la gente nos ha aceptado de maravilla y estamos encantados; el producto gustó y sigue gustando, estamos ya con la tercera generación, que hay clientes que han traído a sus hijos y ahora ya traen a sus nietos".

De los casi 42 años de historia que tiene este local, Ricardo no estuvo al frente del mismo unos 13, en los que lo tuvo en traspaso mientras ponía en marcha La Arboleda de Siétamo, que finalmente vendió. Otro tipo de hostelería que le dio muchas satisfacciones, aunque él recuerda con mucho cariño la trayectoria de El Viejo Acordeón, y resalta con orgullo que "muchísima gente que hizo la mili en Huesca viene y recuerda que venían al Frankfurt".

"A mí -explica Ricardo-, el tema de hostelería, relacionarte con la gente, atender, me encanta; yo estoy encantado con mi trabajo, lo que siento es no tener diez años menos para continuar. Me quedé en hostelería y acerté".

Ricardo Bergua, tras vender La Arboleda de Siétamo, se atrevió con la política y fue concejal de dicha localidad en el mandato 2007/2011, por el PP. Lo hizo -comenta- "con el fin de ayudar y ver cosas, pero es un poco decepcionante. No obstante, aconsejaría a todo el mundo que se metiera un año o seis meses en el Ayuntamiento, que asi comprenderían un poco mejor a toda esa gente que en los ayuntamientos pequeños no cobra y dedica sus horas, sus coches y sus gasolinas por la cara, y muchas veces solo te sirve para tener disgustos.. Yo estuve muy a gusto, intenté trabajar todo lo que pude, estoy contento de lo que hice, pero no lo volvería a hacer, no me seduce para nada estar en el candelero".

Lamenta, por otro lado, que siendo catalán, "no puedo poner Lérida en mi carné", y dice que no puede pronosticar cómo va a terminar el proceso puesto en marcha por los independentistas catalanes, pero sí tiene claro que "el hecho de dividir y de enfrentar a la gente no creo que sea el camino correcto".

Preguntado por su futuro inmediato, dice: "Mi futuro son mis hijos y sobre todo mis nietos, a los que hay que ayudar y los que te dan más vida". Y a todos los ciudadanos, les desea "tranquilidad, que la gente viva feliz y en paz".