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DOMINICIAL

Subida al Aspe, gigante entre lapiaces

Pronto se nos muestra el objetivo con toda su altivez, ese enorme macizo

Subida al Aspe, gigante entre lapiaces
Subida al Aspe, gigante entre lapiaces
C.T.

HUESCA.- Aspe. Pico de la Garganta. Punta Esper... Los mapas no se ponen de acuerdo en ponerle nombre, pero eso no le importa, porque tiene identidad propia, y se alza sobre todas las cumbres que le rodean, sobre los abismos que forma su altivez. Al norte y levante desafía con los escarpes más verticales. Al sur, su cintura la cuida un enorme sistema de karst, con sus afiladas superficies y profundos foraos que hacen que debamos afinar bien el equilibrio. Aspe, entre grises y marrones.

El Aspe (2.640 m) es uno de los montes más altos de los Valles Occidentales y, desde luego, el que más de todo su macizo, incluido el de Bernera. Se alza altivo sobre el circo de Aísa, que forma al sur, uno distinto de los habituales; no es redondo, lo conforma un murallón lineal con las Llenas, lo que le diseña dos cabezas, al oeste hacia Napazal y collado del Bozo, y al este hacia Rigüelo y el de la Madalena. Todas las escorrentías de ambas cabeceras dan forma al río Estarrún. Y a vadearlo acudimos tras cruzar la valla, dejando arriba a nuestra izquierda el refugio de Saleras.

Se toma una evidente senda, por loma herbosa, que al poco se cruza con el GR 11.1, esa variante del GR 11 trazada a menor latitud y convertida recientemente, igual que la principal, en Sendero Turístico de Aragón. Un abrevadero media para llegar a la base del embudo que ya se ha ido abriendo camino visual desde hace tiempo, y que marca la diferencia entre el mundo vegetal y el mineral. Un empinado embudo por el que tenemos que meternos para progresar hacia un gran anfiteatro en el que comienza ese imponente mundo pétreo que ha detenido el tiempo, y por el que hay que andar con delicado equilibrio. Pronto se nos muestra el objetivo con toda su altivez, ese enorme macizo marrón que se ha sabido alzar sobre la gris caliza.

Hay que estar, pues, muy atento no solo a dónde se pisa, sino a ir buscando los hitos no siempre visibles en esa tiranía mineral, en ese mundo áspero de calizas, blandas calizas con la erosión, pero duras con el visitante. Una afilada roca de labrado lapiaz y profundos foratos que alcanzan la reseca alma de es- tas montañas, y que transitamos procurando detenernos cuando levantamos la vista para apreciar las bellas vistas que el ascenso nos va proporcionando. Se alcanza el paso de la Garganta de Aspe, que da vista al enorme espacio Esper, por donde se precipitan las aguas de estos macizos hacia el embudo de la Chorrota del Aspe, en la misma muga, dando así comienzo al río del mismo nombre, y que discurre por el valle también del mismo nombre, en territorio francés. Desde este ancho collado, nos enfrentamos a la incómoda ascensión a la antecima, por entre estrechas rallas calizas, hasta pasar por debajo de ella y llegar a otro paso, a partir del cual en poco está ya la llegada a la cumbre, una amplia cima que alberga su vértice geodésico, un buzón y una placa conmemorativa, y que en época estival es difícil no compartir con otros visitantes que, como nosotros, se solazan de las extraordinarias panorámicas.

Las Llenas, Berneras, Bisaurín... a poniente; mundo Lecherines a levante, y la matriarca Collarada y su corona algo más allá. Por el norte, esa cuenca mencionada de Esper y los dominios de Candanchú y Astún. Y a mediodía esos valles pirenaicos que van dejando bascular sus aguas hacia el llano.

El descenso se realiza por el mismo itinerario, con la opción de subir a esa antecima privada de nombre en los mapas. Dejando atrás el embudo, por más cómodo camino se llega al punto de partida.