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Mª Jesús Marcos, vocación clara a los 11 años

La madre superiora de las Hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas de Graus recuerda haber pasado una infancia "muy feliz"

Mª Jesús Marcos, vocación clara a los 11 años
Mª Jesús Marcos, vocación clara a los 11 años
S.E.

La madre superiora de las Hermanas Carmelitas Misioneras Teresianas de Graus, María Jesús Marcos Asurmendi, tenía clara su vocación a los 11 años, después de haber pasado una infancia "muy feliz" con sus abuelos maternos en un pueblecito de Navarra. "Yo digo que no sé de dónde soy porque nací en un pueblito de Burgos, mi padre era burgalés, pero me crié en Navarra. Como éramos 5 hermanos y el dinero escaseaba, nos ayudaron los abuelos. Con ellos estuve desde los 3 hasta los 11 años en Irurre, un pueblo de Navarra que yo lo considero mi pueblo".

De esos años recuerda con cariño innumerables anécdotas en aquel caserío, "tengo en la cabeza cada rincón", y de su bello entorno. "El pueblo no tenía tiendas ni nada y eran solo 19 casas. Había una escuela unitaria. El tonto el pueblo -bromea- era el más listo de todos. Recuerdo que la maestra le decía mañana traerás aprendida esta hoja y al día siguiente aparecía con la hoja arrancada", relata riendo a carcajadas. De los nueve hermanos de su madre, tres trabajaban todavía en casa. "Los tíos estaban en el campo y había que llevarles la comida, así que yo tenía que salir un poco antes de la escuela para eso". Tenía tiempo también para travesuras. "En la fiesta del pueblo, a las mozas que bailaban les pasábamos ortigas por las piernas".

Atesora también algún recuerdo más triste. "Irurre tiene un pantano muy hermoso donde se me ahogó un buey. Yo los llevaba a pastar, tendría unos 6 años. Estaban bebiendo agua en el pantano y uno perdió pie, fue para adentro y se ahogó. Recuerdo que no me riñeron nada de nada", cuenta.

"A mis abuelos los llamaba papá y mamá. Con mis padres he vivido 9 años, de los 11 a los 20 porque entonces ya entré al convento. Pero salí del pueblo de mis abuelos aprendiendo a rezar el rosario y con vocación. Mis abuelos eran muy religiosos y mi tío era sacristán. Una noche mi tío no me dejó irme a la cama hasta aprenderme en latín la letanía. Mis padres no rezaban el rosario y cuando volví con ellos les dije que había que rezarlo. Nunca jamás en su vida ni un día dejaron de hacerlo. Era bonito".

Cuando sus padres la reclamaron a los 11 años, una vez instalados en Bilbao, María Jesús tenía clara su vocación. "En el pueblo, iba a un convento de clausura a comprar huevos para que la gallinas chocaran y tuvieran pollitos. Aquellas voces de las hermanas de clausura fue la semilla. Cuando volví con mis padres a los 11 años les dije que iba a ser monja".