Sociedad

OBITUARIO

Carlos Luna Sistac, un mainate que revoluciona el cielo

Adiós a uno de los oscenses más polifacéticos

Carlos Luna Sistac, un mainate que revoluciona el cielo
Carlos Luna Sistac, un mainate que revoluciona el cielo

Cuando Natalia Huerta, directora estival del programa Despierta Aragón, me pidió el 11 de agosto que pusiera la melodía para despedir la tertulia del día 12, no lo dudé un instante. "Aquí está Os Mainates". Era el homenaje justo, que no generoso, con voz firme en el inicio de la explicación, quebrada al final, a Carlos Luna Sistac, que entre los muchos argumentos que nos ha dado a quienes le conocemos de antiguo entregó uno definitivo: su tributo a la vida con la guitarra en el décimo aniversario de Emociones a la Carta de su inseparable Toño Julve y en las últimas bocanadas en el Mi Bar o en los toros, cuando "el bicho", como llama al cáncer mi amiga Rose Haefliger, había dictado sentencia. Aunque le costó doblegarle. Carlos, siempre sin reblar.

Por partes. Carlos Luna Sistac fue el primogénito de cuatro hijos de Carmelo Luna y Maribel Sistac. Siempre fue rápido y por eso se adelantó a Isabel, Tomás y Diego. Luego, se casó con Ana Marta y se dotaron de descendencia con su hijo Martín. Personas buenas en todos los mejores sentidos.

Sus padres eligieron el centro en el que se formaría, y Carlos se convirtió en un salesiano pasional, fiel, irreductible, esforzado como antiguo alumno, poderoso como cofrade.

Muy pronto le correspondió acompañar a los dos pequeños, Tomás y Diego, que siguieron los pasos de su padre, novillero en juventud y con sangre taurina a borbotones. Con ellos, disfrutó, vibró, padeció, en compañía de su alter ego en la mocedad de espadas, Vicente Ascaso, que ayer debió abrirle las puertas de la eternidad. En esta faceta, entre astas y trastos, no pasaba inadvertido su dinamismo en la ganadería que la familia crió en Montesusín, donde se congregaban anualmente para el herradero el millón de amigos -dos arriba, dos abajo- de una familia ejemplar.

Comerciantes vocacionales, con grandes ideas y una gran entrega a la ciudad, los Luna han regentado varios establecimientos, el de Ramón y Cajal señero en Huesca. A Carlos se le veía lo mismo en su concesión de muebles en Coso Real, con esa amabilidad de seda que es oro de ley, que en la sede central o distribuyendo los productos bajo la convicción de la madre Teresa de Calcuta: quien no vive para servir, no sirve para vivir.

Carlos Luna Sistac tiene un puesto de honor en la animación de una ciudad tentada por la abulia. Con su formación musical -tocaba bajo, guitarra y percusión- fue uno de los fundadores de Os Mainates y luego de Los Lambreños. Fiestas de San Lorenzo, San Martín, Cabalgata de Reyes... No ha habido ocasión en la que no haya dejado su sello personal, con un júbilo desbordante, con esa efervescencia con la que contagiaba a todos los que le conocemos. De ahí que, seguramente, le cuadrara como anillo al dedo su última incorporación, Emociones a la Carta, diez años y una actuación postrera en la que derrochó el coraje con el que, una vez más, salió a hombros en la admiración popular. Su sonrisa nos levantaba la pena íntima.

Estos dos años, volcó su caudal de pasión en su trabajo en la Sociedad Deportiva Huesca. Un oscense de Primera para un club de Primera.

Hoy, se encienden en Etiopía las Luces que contribuyó a iluminar con su desprendimiento. Hoy, San Juan Bosco tiene un nuevo compañero. Un mainate revoluciona el cielo.