Sociedad

OJO AVIZOR

“Sucedió hace 50 + 8 años”, el regalo para la eternidad de unas Bodas de Oro

Un libro de Enrique Buil costumbrista que enlaza la emigración a Barcelona y el amor para proyectar sus memorias como legado que entrega como descripción vital a sus descendientes

“Sucedió hace 50 + 8 años”, el regalo para la eternidad de unas Bodas de Oro
“Sucedió hace 50 + 8 años”, el regalo para la eternidad de unas Bodas de Oro
S. E.

"DE NUESTROS ascendientes recibimos los genes. De la época, costumbres y forma de vida. Del tiempo vivido, la experiencia. De los amores, la felicidad. Pero no hay felicidad plena sin libertad. Y no hay libertad sin responsabilidad. Sed responsables y seréis felices". Es la dedicatoria a Iker, Leyre, José Luis y Leo. Los nietos del autor.

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Nada tendría de extraño, hasta ahí, el hecho de que un escritor, en su libérrimo albedrío, decida apelar a tal ofrecimiento acompañado de sabios consejos. Sin embargo, en esos mismos dones, el ser humano tiene la opción de apostar por la complejidad frente a la sencillez y, en tal sentido, buscar soluciones inopinadas ante problemas que se antojan irresolubles.

Enrique Buil Sarrado, que a la sazón fuera alcalde de Boltaña de 1983 a 1995 (sinceramente, este apunte resulta accesorio para el núcleo gordiano de esta historia), soñaba la celebración de sus bodas de oro matrimoniales con Araceli Giménez con una doble intención: un banquete al uso para los familiares y los más allegados, y, una vez en pleno convite, sorprender a los invitados con un libro que ha escrito en escasos cinco meses.

Contagiado como lleva desde hace seis décadas de amor, no calculaba en sus planes que el huracán que ha arrasado la proximidad en las relaciones humanas impidiera brindar presencialmente con sus seres más queridos. Sin embargo, la voluntad, esa fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad y la energía atómica como expresara Einstein, iba a quedar sellada en unas onzas de papel, tinta y pegamento.

Aquí, en "Sucedió hace 50+8 años", en una cuidada edición de Editorial Pirineo, está la verdad de Enrique Buil Sarrado. El autor se sincera en la tapa trasera. "No soy escritor, no es una novela ni un ensayo, carezco de preparación y conocimientos literarios. Tampoco soy cronista de una determinada época, pero sí soy un humilde observador y también un sobreviviente de la década de los años 60 del siglo XX". Y, sin embargo…

Sin embargo, el lector se va a encontrar con una descripción costumbrista de la década de los sesenta del siglo pasado, va a disfrutar de un relato de los acontecimientos históricos más destacables año tras año, va a conocer los entresijos y el relato sentimental de la despoblación y de la emigración a Barcelona, y va a conocer los arcanos del corazón humano sometido a las presiones que, sucesivamente, la existencia coloca en cada momento en el que las personas se enfrentan a sus responsabilidades.

El objetivo, en todo caso, va dirigido a los descendientes de Araceli y de Enrique para que valoren "el tiempo que les va a tocar vivir, y puedan compararlo con la época que vivieron sus padres y abuelos, que sin ser señaladamente buenos, fueron mejores que los vividos por nuestros respectivos padres y antepasados".

LAS OPORTUNIDADES PARA DOS ALMAS GEMELAS

Enrique y Araceli partieron de sus respectivos orígenes, Peralta de Calasanz en la Litera y Guaso en Sobrarbe, para entrecruzar pronto sus caminos. El autor arrancó en 1962 hacia Barcelona para culminar cuarto de Bachillerato y buscarse la vida. Se hospedó con sus tíos, igual que Araceli lo hizo con los suyos. Mientras el literano dirigía sus pasos profesionales (y con innatas habilidades comerciales, por cierto) hacia el mercado de las máquinas de escribir, la sobrarbense se dedicaba a la confección. En 1964, 18 años él, 17 ella, se conocieron en el Centro Aragonés de Barcelona. Y actuó Cupido rápido, al son de "No tengo edad" de Giguiola Cinquetti, a la sazón ganadora del Festival de Eurovisión. Coincidencias no necesariamente premonitorias, pero sí divertidas: los padres de ambos se llamaban José y Ramona, los dos tenían un hermano llamado José María, eran de familias numerosas… Y aprendieron a quererse.

Cuando partió de Peralta de Calasanz, Enrique apostó por una concepción que le seguiría. "Me decía a mí mismo que las oportunidades hay que verlas, analizarlas y, si son buenas, cogerlas y luego exprimirlas", asegura en una de las encrucijadas de su evolución, como refleja en el libro.

En realidad, el escritor parte de un concepto arraigado en su mentalidad. "Yo soy un gran defensor de la familia, ya no digo de sus manifestaciones tradicionales, sino de la familia en sí, y por eso quería que nuestras experiencias trascendieran para que llegaran a los nietos. Ellos, en realidad, son los principales destinatarios de este libro".

La originalidad de la gesta literaria de Enrique Buil, 60 unidades nada más editadas, estriba en el germen (las Bodas de Oro) y la fórmula elegida para una celebración. El resto corre de la cuenta de una memoria prodigiosa y laboriosidad para documentarse. "Como soy viejo -74- tengo la facultad de acordarme todo de lo antiguo y nada de lo nuevo".

En realidad, esta aseveración es un ejercicio de modestia. La conversación fluye con facilidad y exhibe su plenitud. La obra descubre una exuberante "memoria cinematográfica: me dices una película de hace cincuenta años y te diré en qué cine la vi y en qué circunstancias". El libro acredita su amor por el séptimo arte desde aquel 1962 en que Elke Sommer suscitaba los sueños picantones de los españoles en "Bahía de Palma" como preludio del boom del erotismo en el umbral entre la dictadura y la Transición, otros filmes que compartió con Araceli o, en una situación comprometida como una gota fría que le pilló en Valencia por motivos profesionales, los que le sirvieron para abrigarse sin importar en demasía la calidad de las interpretaciones.

Ser parte de la diáspora le permitió conocer los contrastes de la Barcelona de los sesenta. "Yo vivía con mis tíos Elisa y Crescencio en la calle Enamorados, entre la Monumental y la Sagrada Familia. Era una zona buena, y sin embargo sólo había un váter y estaba dentro de una especie de armario. Así era la época".

MÁS 8+50 QUE 50+8

Ríe el autor cuando el escribano le pregunta si, en realidad, el libro no es más 8+50 que 50+8. "En realidad, el objetivo es celebrar los 50 años desde mi boda", el 3 de mayo de 1970. "Quiero dejarles a mis hijos y mis nietos todas mis vivencias. Cuando yo preguntaba a mi padre algo de la guerra, no me contó nunca nada. Ellos vivieron unas circunstancias que preferían mantener con discreción porque fueron tiempos duros".

Por el contrario, Enrique Buil expresa a lo largo de las doscientas páginas sus experiencias personales contextualizadas en el momento histórico, con profusión de detalles de los grandes hitos de cada año entre 1962 y 1970. Lo hace con serenidad. "Una de mis máximas es: respeta y serás respetado. A mí es obvio que se me ve el plumero, mi ideología de izquierdas, pero no me creo con el patrimonio de la razón. Cada uno tiene su verdad".

Reconoce la influencia, de hecho, de los Escolapios en su etapa de Peralta de Calasanz, de la que describe certeramente el ambiente en los largos días en los que una sirena sonaba a las 5:30 a modo de diana. Y, hablando de dianas, el servicio militar en Huesca que sería un antes y un después, porque, con Araceli, se estaba pergeñando un destino…

NACER AL SOBRARBE

Enrique no conocía el Pirineo. Fue de Peralta de la Sal a Barcelona y tan sólo tuvo una breve irrupción en la mili cuando el padre de un compañero le propuso hacer una excursión y admiró el Pirineo desde el Monrepós.

Sin embargo, cuando fue a reunirse con su cuñado y futuro compañero de aventura empresarial en un obrador de embutido a Boltaña, "nació al Sobrarbe". "Cuando pasé el Alto del Pino, me provocó una impresión que se me quedó para siempre como un sentimiento profundo. Ahí supe dónde quería echar las raíces, y ya tenía con quién". En la boda el domingo 3 de mayo culmina el relato de "Sucedió hace 50+8 años". El escenario ideal, la compañía perfecta, incluso con un punto tragicómico por la confluencia, fruto de la rebeldía de la pareja (rechazó los ejercicios y el cursillo prematrimonial) castigada por el mosén, de una enlace matrimonial y un funeral (ajeno) con apenas unas decenas de metros de distancia en el mismo templo.

Reconoce Enrique Buil que el libro tiene su espacio para el costumbrismo. "Es cierto que soy una persona curiosa y observadora. Y escribir me sale solo. Reflejo una época que era compleja, que tenía muchas aristas, y en la que por supuesto que había muchos valores en la relación humana en la familia, en las amistades, en el trabajo. Cuando se dice que todos los tiempos pasados fueron mejores, lo niego. Ahora la juventud tiene también un panorama… Pero estos son mucho mejores que aquellos. En realidad, diría que cada tiempo es distinto, pero en calor humano aquel no tenía comparación con el actual".

Enrique Buil sigue practicando su pasión por la política, si bien no se resigna a un redil y camino único. Cuida su familia, a sus hijos a los que ha inculcado el aprecio por la lectura –aunque sea con tebeos-. Y tanto mira al frente que ya anuncia un nuevo libro. Su contenido queda para la confidencia entre entrevistado y entrevistador. La familia habrá de esperar a conocer el secreto. Será con motivo de otra efemérides. Continuará...