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COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

De celebrar un nacimiento tras 21 años a sumar una decena de niños

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Miguel Samitier, Patricia Mené y sus hijos Martín y Alicia, en Riglos.
Miguel Samitier, Patricia Mené y sus hijos Martín y Alicia, en Riglos.
S. E.

CUANDO Gabi Torralba, el ‘rider’ altoaragonés más internacional, llegó al mundo fue noticia: hacía 21 años que no había nacido un bebé en Riglos. Pero la historia empezó a cambiar y ahora, con 26 años, además de su hermana que llegó poco tiempo después, tiene diez vecinos de menos de 16 años.

Con todo, el municipio completo de Las Peñas de Riglos, con 10 núcleos de población, apenas cuenta con 260 habitantes. Con una simple división ya se ve que no tocan a muchos, pero hay un dato más llamativo todavía: la densidad de población es de 1,18 habitantes por kilómetro cuadrado, ya que el municipio suma 220 kilómetros. Con este dato que aporta el alcalde y padre de Gabi, Juan Francisco Torralba, se puede concluir que, ni el desierto del Gobi en Mongolia, ni el Sáhara, ni Siberia, que Las Peñas de Riglos es una de las zonas más despobladas, aunque sea más reducida.

La población se rejuvenece y ha aumentado ligeramente hasta situarse en 260 habitantes en todo el municipio, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística a 1 de enero de 2022, frente a los 255 vecinos del año anterior. Cinco habitantes más o menos son muy significativos en un municipio de estas características, del que forman parte: Carcavilla (0 habitantes), Centenero (13), Ena (23), La Peña Estación (44), Rasal (21), Riglos (82), Salinas de Jaca (21), Santa María de La Peña (23), Triste (17), Villalangua (13) y Yeste (3). En 2019 estuvieron por debajo de los 250 habitantes, con la consiguiente pérdida de financiación municipal, pero remontaron. En alusión a esto, el alcalde resalta la dificultad de mantener los servicios y la vida en todos los núcleos.

Con todo, suele ser un municipio por el que se interesa mucha gente para vivir y parte de ese aumento se debe a la creación de vivienda. El Ayuntamiento ha habilitado dos viviendas con la ayuda de la consejería de Vertebración del Territorio, Movilidad y Vivienda, y una tercera con anterioridad, en parte con fondos de Adesho (Asociación para la Desarrollo Rural Comarcal de la Hoya de Huesca), según comenta Torralba. En conjunto, tienen cuatro viviendas municipales para alquilar en Riglos, una en Salinas de Jaca y otra en Santa María.

Ahora, hay dos libres en Riglos. “Siempre viene gente preguntando por vivienda pública. Siempre se han ocupado con personas que llegan a trabajar y, pronto llegarán más por el río (por las empresas de aguas bravas), aunque nunca hemos tenido de allí”, apunta Torralba. Además, resalta que exigen que sean nuevos residentes, un compromiso mínimo de seis meses y pago por adelantado.

Una apuesta de vida

Aunque con pocos vecinos, los atractivos del entorno hacen que cada año reciba a miles de visitantes. En Riglos hay un refugio, el bar de siempre y dos casas de turismo rural. Una de ellas la regenta Patricia Mené, que se trasladó hace casi 20 años desde Montañana (Zaragoza) al pueblo de su marido, Miguel Samitier, y donde han formado una familia. Sus hijos, Martín, de 11 años, y Alicia, de 8 años, son dos de esa decena de escolares, y cada día bajan al colegio de Ayerbe.

“Soy de pueblo y siempre me ha gustado. Un sitio pequeño es ideal para criar a los hijos, pero tiene sus pros y sus contras, porque tienes que coger el coche para todo, para hacer cualquier extraescolar hay que arrear en el coche”, indica. “Dejé mi empresa y en principio no trabajé y me dediqué a mis hijos y a los abuelos, porque estaban los padres de mi marido y los míos también. Hice de ama de casa de las de antes, que hacían de todo”, comenta.

Por ello, ha apostado por crear su trabajo con la casa de turismo rural, porque “los críos aún son pequeños y al llegar del cole tiene que haber alguien”. “No puedes conseguir un trabajo con tres meses de vacaciones al año. Y en un pueblo, si no tienes abuelos, no hay opciones”, comenta. Pero está muy contenta porque el negocio le funciona “muy bien, muy bien, porque los mallos atraen”. “Los fines de semana, los puentes... llega mucha gente, a veces casi demasiada”, indica en alusión a los problemas de aparcamiento que ya solventaron. “Desde que se hizo el aparcamiento grande hemos ganado en calidad de vida, en salud, porque la gente pasa andando y los coches se quedan fuera”, detalla.

“Al final es una elección”, asegura convencida de la suya, aunque también remarca que todo el mundo no se adapta. “La gente viene siempre en fin de semana y les gusta mucho, pero que vengan entre semana en un día normal de invierno y vean que no hay ni Dios”, apunta para que quien se lo plantee conozca bien la realidad.

Con todo, hay muchas otras parejas como ellos, que uno es de Riglos, y que han querido hacer allí su vida. De ahí que haya tantos niños. “A los críos no los sacas de aquí. A Martín le fastidia irse de vacaciones. Siempre digo que, como su padre, tienen un imán a los mallos. Y yo ya no podría vivir en una ciudad, parecería Paco Martínez Soria”, relata de manera muy gráfica.