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COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

José Allué: “Con 11 años ya iba a tierra baja con mi padre de pastor a las ovejas”

#CONTRALADESPOBLACIÓN

José Allué Bernad, a la derecha de la imagen, con su hijo Rubén.
José Allué Bernad, a la derecha de la imagen, con su hijo Rubén.
V. A.

JOSÉ Allué Bernad (Asín de Broto, 1948) procede de una familia de tradición ganadera. Su madre, de Fanlo, tenía ovejas, y su padre, de Asín, también.

Él nació en el pueblo de su padre, en casa Castiella, en una familia de una situación “más o menos buena”, aunque eso no le quitó ni una hora de pastor.

Éramos cinco hermanos, Paco era el mayor y tenía que quedarse en casa, Antonia y Pili eran mujeres, así que no valían, y Ramón, el pequeño, se fue a estudiar, así que el más pringado de la familia fui yo. Con 11 años ya iba con mi padre a tierra baja de pasto con las ovejas, y los 12 años los cumplí en el puerto, acompañado solo por el perro y el rebaño”.

Era otra época, “para algunas cosas mejor y para otras, peor”, dice José, quien reconoce una vida “muy feliz”, a pesar de las mil y una odiseas que le ha tocado vivir.

En su casa llegaron a tener 600 ovejas y hacían la trashumancia, primero a campos próximos a Huesca y, años después, por la zona de Bujaraloz y Sástago. “Por aquel entonces era algo habitual, como vender lana, que era muy valiosa”, comenta.

Ahora es distinto. La lana no vale nada y esta práctica de manejo de ganado extensivo apenas se hace en el valle de Broto. Uno de los pocos que ha seguido la tradición es su hijo pequeño, Rubén Allué Fumanal, que recuperó esta técnica de pastoreo hace seis años y la mantiene viva cada invierno, cuando baja sus más de mil ovejas a los pastos que tiene arrendados en Vicién.

Para mí es un orgullo que mi hijo haya recuperado la trashumancia y me alegro de que las condiciones de vida para el pastor sean mejores que las que tuve yo”.

Y aunque José no debiera, porque tiene 75 años, siempre que puede le echa una mano. “Qué le voy a hacer, no me sé estar quieto. El día que no trabaje me moriré y como de momento no pienso hacerlo, no hay nada que me haga más feliz que levantarme al punto de la mañana y dar una vuelta por la cuadra, aunque solo sea para cosirar”.