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Inma Sarasa: “Las mujeres del campo han trabajado y nunca han sido reconocidas”

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Inma Sarasa en su explotación de cerdas híbridas en Alcalá de Gurrea.
Inma Sarasa en su explotación de cerdas híbridas en Alcalá de Gurrea.
Paloma Sánchez

"Esto no es una granja”, repitió durante años Inma Sarasa, de Alcalá de Gurrea, sobre las residencias de mayores, porque su verdadera vocación siempre fue la salud y los cuidados y a eso se dedicaba. Nunca pensó que acabaría de ganadera de porcino y gestionando una gran explotación de 4.134 plazas y, además, muy especial, de cerdas híbridas: las hembras que hay que cuidar muy bien porque en el futuro serán madres. Esta ganadera de 47 años decía que las residencias no eran una granja, pero se ha dado cuenta de que en estas los cuidados también son exquisitos y muestra su interés por “llevar la bioseguridad y el bienestar animal el máximo”. Inma Sarasa ha recibido recientemente el Premio Zoetis Ganadería en Femenino, en su segunda edición, mientras la finalista fue una joven veterinaria de Jerez de la Frontera (Cádiz). Todo un ejemplo de mujer rural.

Cuando recibió el premio, por su mente pasaron los recuerdos que tiene de su abuela, que criaba seis tocinas y un masto; y de su madre, ahora con alzhéimer, siempre a vueltas con los corderos. “Las mujeres del campo han trabajado y nunca han sido reconocidas y este premio contribuye a visibilizar su labor, por lo que me siento muy orgullosa”, comenta. Así que el premio lo dedicó: “A las mujeres de campo, a las de hoy, pero también a las de ayer y a las de mañana”. “Hay más incorporación de mujeres, pero muchas también trabajan en explotaciones a nombre de sus maridos”, dice.

En cuanto al proyecto ganadero, “nos lo planteamos con mi marido como un plan de jubilación y se ha convertido en mi trabajo”, indica Inma Sarasa. “Me ocupa tiempo, pero me da la posibilidad de no tener un horario fijo. Te da mucha libertad”, asegura. Y, por encima de eso, le ha permitido volver a vivir al pueblo. “He ganado en calidad de vida”, asegura.

“Nos lo planteamos con mi marido como un plan de jubilación y se ha convertido en mi trabajo” 

Sarasa estudió auxiliar de Clínica y otro grado de FPdirigido a personas con discapacidad y, después, trabajó durante 12 años en residencias, hasta que aprobó una oposición de ayuda de domicilio en la Comarca de la Hoya. “Mi vocación siempre fue la sanidad, pero en mi casa había ovejas y, de cría después del colegio, iba con mis padres, también ayudaba a coger almendras... El campo siempre me ha gustado mucho, pero nunca me lo había planteado”, comenta.

En 2008, montaron dos granjas con un total de 1.999 cerdos de cebo en un terreno que les cedió su padre en Alcalá de Gurrea. Inicialmente ella siguió en su puesto y atendiendo a los animales por la tarde, mientras su marido iba antes de abrir su taller mecánico en Piedratajada. Entonces, Inma vivía en Huesca y decidieron volver al pueblo, donde encontraron una casa de alquiler. No tenían ni idea del manejo. Pero, “nos integramos con Ars Alendi y desde el principio nos vinieron a enseñar todo”, asegura. “No sé cómo nos confiaron semejante número de bichos”, expresa.

Durante años compatibilizaron las granjas con sus respectivos trabajos. “Han sido años duros, porque además las inversiones son importantes”, indica. Pero, aún así, en 2019 tomaron la decisión de ampliar hasta las 4.134 cerdas. Fue entonces cuando Inma Sarasa pidió excedencia en su trabajo de auxiliar a domicilio en La Hoya de Huesca, ya que además sus padres requerían una mayor atención.

Cuando Inma volvió a vivir a Alcalá de Gurrea desde la capital oscense su hijo tenía siete años. “Mi hijo estaba loco de contento, porque eso de abrir la puerta de casa y salir a jugar sin coches... Además les enseñas otros valores. Siempre le decía que saludara y preguntara cómo está a todo el mundo, que a mí me costó no hacerlo en Huesca, porque se me escapaba”, comenta. Mi hijo iba al colegio de Almudévar y después lo llevaba a las extraescolares que hiciera falta, pero insiste en que su calidad de vida mejoró.

Ahora, es él el que se va a incorporar como joven ganadero con una granja de 440 terneros mamones. Por ello, su marido ha decidido cerrar el taller de Piedratajada, no por falta de trabajo, sino porque entiende que su hijo necesitará ayuda.

“Quien quiere vivir en un pueblo, lo consigue”, asegura, al tiempo que reflexiona sobre que también “está muy idealizado el pueblo, porque el fin de semana es muy bonito, pero hay que vivir todos los días”, indica, en alusión a que esta opción no vale para todos. Solo lamenta el mal estado de las carreteras de acceso, por un lado desde Almudévar por el canal, y mucho peor por la Alcalá-Gurrea. Con todo, “queríamos vivir más tranquilos y mejor, y lo hemos conseguido en el pueblo”, afirma.