La Hoya

COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA 

Llegan los ‘cazaculebras’: una joven pareja que vive entre cabras, cerdos y reptiles

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Juncal Oliván con su pareja Ciprián Boboia y su cabrita ‘Lili’, en su casa de Sesa.
Juncal Oliván con su pareja Ciprián Boboia y su cabrita ‘Lili’, en su casa de Sesa.
S.E.

Cuando a Juncal le empezaron a dar fuertes migrañas, con sus padres pensaron en trasladarse a un pueblo en busca de tranquilidad. Su viaje de Huesca capital a Sesa no fue largo, pero el cambio abismal. Poder salir a pasear con el perro a la orilla del Guatizalema o estar en casa sola con el ruido de las acequias, los pajarillos y los grillos le daba paz para evitar su dolencia.

Aunque las migrañas no han desaparecido, jamás volvería a la capital. Siete años después, Juncal Oliván Viñuales, que ahora tiene 30 años, ha apostado por quedarse en Sesa con su pareja Ciprián Boboia, su familia ‘multiespecie’ -en la que hay perros, gatos, cabras, ovejas, gallinas, cobayas, reptiles de todo tipo y de nombres impronunciables...- y su trabajo en una granja de cerdos. Es su vida soñada y no la quiere cambiar. Ahora son los ‘cazaculebras’ y tiene su explicación.

Juncal y Ciprián se han comprado una casa ideal para su gran familia, porque cuenta con un pajar en el que alojan a todos los animales, muchos de los cuales han sido adoptados por diversas vicisitudes “Con mi novio ya habíamos hablado de que si la relación iba bien, nos compraríamos una casa. En diciembre del año pasado nos enteremos de que vendían una casa grande después de 25 años cerrada y con una edificación al lado que había sido una nave de cerdos, así que era perfecta”, detalla Juncal.

Su pareja llegó desde Rumanía a Cajigar, en Ribagorza, para buscarse la vida y trabajar como pastor de ovejas. Ahí estaba cuando se conocieron hace tres años y medio. Entonces, Juncal trabajaba en una granja de 4.000 cerdos en Pertusa y como amplió a 9.000 hablaron con ella de la posibilidad de que Ciprián se incorporara para poder asentarse en Sesa. Juncal se muestra especialmente contenta con su trabajo en la granja de cerdos y agradecida por la oportunidad de tener un trabajo estable.

“Tuve la suerte de encontrar trabajo en Pertusa, porque no hay mucho por la zona, pero si lo hay, el problema es que no hay casas. Por aquí si quieres trabajar es más fácil en Huesca o en Grañén”, señala. “Desde los 16 años y hasta no hace tanto he repartido periódicos, también comida de restaurantes chinos y después trabajé un año en una empresa que había en Walqa en la que tenía que pedir permiso para ir a vomitar al baño por las migrañas. Esto último fue horroroso, pero ahora con los cerdos estoy muy bien”, dice.

Una apasionada de los animales y del pueblo

Hasta que encontraron casa, han estado con sus padres que tampoco se han movido del pueblo. “Estamos encantados en Sesa porque tienes médico todos los días y lo único es que hay que ir a comprar a Huesca, pero con coche...”, comenta.

Siempre ha sido una apasionada de los animales. Con 16 años, comenzó a interesarse por los reptiles cuando cayó en sus manos un dragón barbudo (pogona) e investigaba por internet para aprender a qué temperatura vivían, la luz, la humedad, qué insectos comían...; y empezó a trabajar mientras estudiaba para conseguir dinero para mantener a sus reptiles que fueron aumentando. Ahora, tienen que si un tejú argentino, un lagarto, serpientes... “Y vienen algunos padres con niños a verlos que dicen que nunca habían tocado una serpiente”, indica Juncal, por lo que no le importaría crear algún día un espacio para la divulgación. “Me gustaría que la gente pudiera ver que las serpientes no son malas, porque en los pueblos las matan”, comenta. Pero ahora en Sesa, no. Ahora en Sesa, llaman a Juncal y Ciprián para que las recojan. Después, las llevan a un hábitat adecuado para ellas y alejado del núcleo urbano. De ahí que ya les digan con cariño tanto en Sesa como en Pertusa, donde trabajan: los cazaculebras.

Pero no solo tienen reptiles sino un cabrito enano ‘Jonny’ y su cabrita ‘Lili’, gallinas, dimantes mandarines, periquitos, hurones, gatas sin pelo, hasta una ardilla... “Hemos ido cogiendo muchos animales que la gente no podía cuidar”, explica, al tiempo que comenta que Ciprián también estaba ya muy acostumbrado a los animales en su país de origen.

Como anécdota, apunta que tuvo una pitón de tres metros. “Un día la estaba atendiendo cuando llamó un repartidor a la puerta, sin darme cuenta abrí con ella encima y salió corriendo”, detalla. La regaló porque no quería que nadie tuviera temor y quiere seguir viviendo con la tranquilidad del Guatizalema y el balido de sus cabras.