La Hoya

“Nos dijeron que le habían visto, que no le esperásemos... Mi madre sí le recuerda”

La familia del soldado Viñuales ha sentido “alivio” al saber que regresará a Tierz

Alejandro Viñuales en un retrato de juventud.
Alejandro Viñuales en un retrato de juventud.
Familia Ciria.

ES UN SENTIMIENTO de alivio lo que siente la familia del soldado Alejandro Viñuales, más que de redención o victoria. “No sabíamos dónde podía estar o qué le podía haber pasado”, cuenta su nieto, Rafael Ciria, acerca del hallazgo de la fosa común en el cementerio del municipio barcelonés de Sant Pere de Ribes donde podrían encontrarse 19 soldados que fueron trasladados en 1938 al Hospital de Retaguardia de Carabineros tras la batalla del Ebro y del Segre.

“Sabíamos que estaba en una fosa común, pero no cómo buscarle. El Juzgado de Lérida hizo un certificado de defunción en los años 80, nunca pensamos que podría estar en Barcelona”. Esta era la versión oficial que recogió la familia Ciria sobre su abuelo hasta que la arqueóloga Irene Estévez desveló a través de una investigación su origen, motivo del fallecimiento y lugar de entierro.

El grupo de acción local, activo en la Memoria Histórica, ha dado vida a este hallazgo y, junto con el Ayuntamiento de Tierz y la Generalitat de Cataluña, tratan de iniciar los trámites para determinar la localización de la fosa por medio de un georadar y dar comienzo a la exhumación.

El acontecimiento ha permitido a la familia de Alejandro Viñuales recuperar “parte de su memoria”, asiente su nieto, algo por lo que muestra su “agradecimiento” a toda la gente que ha investigado. “Para mi madre es muy importante. Murió cuando apenas tenía unos meses y se acuerda mucho de él. De la abuela también, pero sobre todo de él”, sentencia su hijo.

La vida antes de la guerra

Ha sido la propia Josefina, la hija menor del soldado, quien ha confirmado que no fue voluntario, sino que le reclutaron. “Se dedicaba al campo, tenía un poco de tierra y algún animal. Solo para sobrevivir porque éramos una familia humilde. Por aquel entonces, era necesario un hombre en la casa”, evoca en palabras de Rafael Ciria. Tras partir a la guerra, Josefina supo muy poco de él. “Lo que le iba diciendo algún conocido que estuvo a su lado. Dijeron que le habían visto y que no esperáramos que volviera”, atestiguan los familiares. La menor de la casa continuó su vida a pocos kilómetros, en Bellestar de Flumen. Dejó la escuela y se puso a trabajar a la edad de 13 años en una granja de pollos. Más tarde se casó y formó su propia familia con dos hijos más, “en Bellestar, lugar donde seguimos viviendo”, asiente Rafael Ciria.

Ahora, a punto de cumplir 85 años y tras perder a su hermana en 2020 durante la pandemia, “cierra este capítulo de su historia, un alivio para todos”, reitera su hijo.

Tras la puesta en marcha este viernes de la Ley de Memoria Histórica, esta familia solo guarda un recuerdo de su abuelo. “Esta foto siempre estuvo en casa. Tiene un aspecto joven, entre 20 y 30 años, se la haría antes de marchar”, concluyen.