Ribagorza

OJO AVIZOR

Castanesa: el valle que salvaron los ganaderos, diez años después del incendio

Es un ejemplo de la necesidad de la gestión forestal y del peligro de la despoblación del medio rural

La granja de Javier Rich, en Ardanuy, afectada por el incendio.
La granja de Javier Rich, en Ardanuy, afectada por el incendio.
S.E.

Diez años después del incendio de Castanesa, un fuego “extraordinario” por el arrojo vecinal que salvó las poblaciones, la encomiable coordinación de los muchos medios desplazados y las circunstancias invernales en que se produjo -más que por el número de hectáreas que calcinó unas 1900-, se ha convertido en el mejor ejemplo del riesgo medioambiental que supone la despoblación del medio rural y el abandono del sector primario.

Los alcaldes de Montanuy, José María Agullana, entonces, y Esther Cereza, ahora, y el director general de Gestión Forestal en aquel momento, Roque Vicente, coinciden en tildar de “fundamental” el primer ataque al fuego por parte de los propios ganaderos de la zona para evitar que las llamas arrasaran los núcleos habitados.

Vecinos que ayudaron a apagar el incendio.
Vecinos que ayudaron a apagar el incendio.
Pablo Segura

A una década vista, el terreno se ha regenerado, pero el riesgo de incendios similares al de ese 8 de marzo de 2012 no solo persiste por la sequía sino que es mayor por el menor número de hectáreas humanizadas y por el descenso de población dedicada al sector primario. Mientras tanto, los responsables políticos locales lamentan que no haya servido para impulsar mejoras en la gestión de los montes.

“Cuando llegaron los medios se había evitado que el fuego entrara en Castanesa. Ahora sería peor porque hay menos gente. Si se acaban los agricultores, es cuestión de tiempo que las zonas que ahora son agrícolas pasen a propiedad del bosque”, explica Javier Rich, un vecino de Ardanuy cuya granja se vio afectada por las llamas, pese a que participó muy activamente en la extinción desde el mismo momento de declararse. En tres horas desde que se declaró el incendio, Rich había ido con su vecino y una cuba de agua a Castanesa, a evitar que el fuego llegara a las casas, había vuelto a Ardanuy donde el fuego se iba acercando peligrosamente, soltó a sus 150 vacas y, a instancias de los bomberos, mojó los perímetros de las viviendas mientras la Guardia Civil desalojaba a su familia con todas las demás. “No sé qué pasó. Hacía muchísimo viento. Era como una lluvia de fuego. Te pegaba en la cara. Yo llevaba el buff, las gafas de esquiar y el gorro, si no, no se podía aguantar”, recuerda.

“Algunos nos quedamos. No es una cuestión de valentía. Yo colaboré vigilando las casas, cerrando puertas. Vinieron los bomberos que se les había terminado el agua y les indiqué dónde estaban los hidrantes, con esto se cortó una línea de fuego. Siempre haces de coordinación porque conoces la zona”, recordó este ganadero, muy agradecido por la movilización de medios. “Los efectivos y los medios muy bien y, sobre todo, lo que ayudó fue la carretera.

El fuego cercó las casas.
El fuego cercó las casas.
Pablo Segura

“La carretera de dos carriles de Castanesa fue básica. Hizo de cortafuegos y permitió el acceso de los vehículos. Toda la UME, todos. El primero que ha de actuar es el que está en primera línea, los de casa, pero luego hubo mucha gente”.

Diez años después, como buen conocedor de estas tierras, Rich asegura que “el terreno se ha regenerado y está igual”. “Mientras haya ganado y agricultores se mantiene. Yo tengo la casa pegada al bosque, pero al lado de la casa tengo el huerto y las vacas que pastan. Si no estuviese yo, la maleza te llegaría a un metro de la casa porque el bosque se va apropiando del terreno. Si el terreno está habitado por gente que trabaja el campo, es otra cosa. Vienen muchos de segunda residencia y algo hacen. No es lo mismo, pero lo malo es cuando no vive la gente”, considera preocupado a la vista de los derroteros de la siguiente generación. “El bosque se regenera, pero mis hijos no saben ni coger una ‘estraleta’.

De aquí 10 años habrá los mismos que antes del incendio. Los pinos nuevos ya tienen 1 metro y en 10 años más, tendrán 5. Si se acaban los agricultores, las zonas que ahora son agrícolas pasarán a ser propiedad del bosque. En los 17 pueblos de Montanuy, hay unas 40 explotaciones, están todos cultivados. Si en 50 años no quedan explotaciones, la masa forestal crecerá y pasará como cuando vemos los incendios en América, en Hollywood.

Las llamas, alentadas por el viento, devoraron el monte.
Las llamas, alentadas por el viento, devoraron el monte.
Pablo Segura

La alcaldesa, que entonces era concejal en el Ayuntamiento y participó en la evacuación de los vecinos desalojados a Vilaller y Laspaúles, hizo hincapié en “la importante actuación del sector ganadero. Al final fueron los primeros en acudir y salvar los pueblos. Por suerte, los pueblos no se quemaron y esto fue gracias al comportamiento responsable, espontáneo y eficaz de la escasa población que vive en nuestros pueblos, y en especial al sector ganadero. Un sector que se unió, vinieron tractores con cubas de otros municipios y comarcas. Fueron los primeros en actuar, estuvieron en primera línea, y es a ellos a quien debemos agradecer que nuestros pueblos estén vivos, y ninguno fuera arrasado por las llamas. Son ellos los verdaderos héroes de la historia. Cada uno con sus medios se dejó la piel para salvarnos”, asegura.

Cereza lamenta que el sector ganadero está desapareciendo por su baja rentabilidad. “La imposición de restricciones por la tala de árboles y quemas controladas, junto a una política forestal inexistente, hace que la situación actual vuelva a ser la misma que hace diez años. Un monte que se ha regenerado muy rápidamente de matorral sin ninguna gestión, teniendo actualmente una situación y un peligro similar al de hace diez  años”, considera.

“La gestión forestal continúa siendo pésima. Aquel año la DGA hizo desbroces perimetrales y no los hemos vuelto a ver. Desde el Ayuntamiento -comenta- hicimos en 2021 desbroces perimetrales para crear cinturones de seguridad, pero no tenemos capacidad”, lamenta preocupada ante la posibilidad de un nuevo fuego.

José María Agullana fue alcalde 16 años de los 26 que fue miembro del consistorio de Montanuy y, aunque ya no tiene responsabilidad, se muestra preocupado por los escasos frutos de las políticas de despoblación en estas zonas que las hacen muy vulnerables. “La gente cogió miedo y se fueron algunos mayores que no se habrían ido. Creó trauma a la gente mayor. Si en lugar de pasar a las cuatro de la tarde pasa por la noche, no habría dado tiempo de nada”.

El cambio en el aspecto del monte en las últimas décadas fue clave en el incendio de Castanesa. “No se recordaba un incendio como este, que afectara a la mitad del municipio. Son zonas donde había campos de cultivo y ahora hay montes. Es difícil recuperar las fincas que se cultivaban. La despoblación está haciendo que, pese a tener una cabaña ganadera importante, se limpie y se cultiva solo el terreno mejor”, explica.

“Fue un incendio importante, se habla mucho en el momento, pero luego no se hace nada y el terreno está igual o peor”, concluye resignado, consciente de que los esfuerzos municipales son insuficientes. “Ahora está igual o peor que en aquel momento. “Llevamos casi dos meses sin llover. Aquel fue un año parecido a este. Fue un invierno muy seco”, indica.

Operativo antincendios.
Operativo antincendios.
Pablo Segura

Como director general de Gestión Forestal, Roque Vicente recuerda que se trabajó para recuperar el monte. “Durante los dos años siguientes estuvimos trabajando en labores de restauración. Hicimos contratos con empresas en un primer momento para retirar la madera quemada, pero era un monte complicado de trabajar para aprovechamientos forestales y el interés económico de las empresas era escaso”, precisa.

Vicente define el de Castanesa como “un incendio extraorindario” por distintos motivos. “Fue un incendio en el que se quemaron 1.900 hectáreas, pero las zonas de pinares y quejigos fueron 400 o 500 hectáreas, eso sí, inaccesibles”. Con incendios como el que hubo ese año en el Moncayo, con 4.500 hectáreas quemadas o el de 10.000 hectáreas en las Cinco Villas en 2015, la extensión no fue determinante, aunque fue singular por muchas otras razones. “Pero sí fue un incendio excepcional. Por la época del año, que al no ser de riesgo, no estaba el operativo en marcha y estaba el operativo mínimo para urgencias. Por la rápida activación de los medios comarcales, los retenes del Gobierno de Aragón y de distintas Comunidades Autónomas: Cataluña, Navarra, Valencia”.

Vicente agradece la rapidez del Ministerio que activó los hidroaviones y la UME. “En un día se activó el máximo de recursos, con 300 personas en el incendio y la colaboración de todas las administraciones, pese que al llegar allí el caos era tremendo. Las personas del municipio lideraban en aquel momento las labores de extinción del incendio. Defendían las explotaciones y los núcleos. La primera defensa fueron los ganaderos de la zona quienes asumieron esa responsabilidad”, coincide en señalar.

El ex director general alude a dificultades de la extinción como que la participación de particulares, fundamental por otra parte, añadía riesgo, así como que el frío por la época y por la altitud congelaba las compuertas de los hidroaviones. “Los vecinos fueron muy agradecidos en todo momento. Nos trataron muy bien pese a las circunstancias complicadas y su papel fue imprescindible. El incendio de Castanesa fue también un ejemplo de colaboración entre administraciones y de concienciación de la gestión forestal con aprovechamientos forestales y pastos”, concluye.