Sobrarbe

COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

Pastoreo, quesos artesanos y esfuerzo: así se mantiene vivo Morillo de Sampietro

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Los miembros de Siricueta junto a su rebaño de ovejas y cabras.
Los miembros de Siricueta junto a su rebaño de ovejas y cabras.
S. E.

La Ronda de Boltaña lleva años cantando desde su pueblo de Sobrarbe eso de “¡Aquí quiero vivir! Como el águila en su altura, como el lobo en su cubil.”

Aunque el difícil acceso lo hace parecer mucho más, tan solo ocho kilómetros separan Morillo de Sampietro de Boltaña, municipio al que pertenece este pequeño núcleo.

Desde allí, rodeados de verdes montes y con vistas a la Peña Montañesa, Sara y Agustín hicieron suyo ese lema de los rondadores hace casi 10 años. Este mismo 2023 se unieron a ellos Ania y Jesús, doblando así los habitantes fijos de Morillo de Sampietro y ayudando a construir “un proyecto vital más sólido y valioso”.

Todos ellos se dedican al pastoreo, una actividad que tienen que realizar a ambos lados de los Pirineos, algo que no les permitía “cerrar del todo el círculo de la repoblación”.

Sara explica que, desde hace un año y medio, tienen en mente convertir su pequeño rebaño en una explotación de ganadería extensiva. Así nace ‘Siricueta’ -palabra aragonesa que se refiere al suero de la leche-, un proyecto de quesería artesanal.

Con el objetivo de obtener fondos abrieron un programa de micromecenazgo. Así, demandaban una cantidad algo mayor de 25.000 euros. Distintas personas han ido realizando aportaciones a cambio de recompensas pero, principalmente, para apoyar el proyecto, que en estos momentos alcanza el 92 por ciento del objetivo. “Estamos muy emocionados con la respuesta de la gente, nos sentimos muy acompañados”, reconoce Sara.

Conexión con la zona

Sara tiene claro que “Morillo nos eligió a nosotros”. Con Agustín llevaban cinco años en la comarca en los que los sobrarbenses fueron conociendo su forma de trabajar y de vivir. Un momento que coincidió con una serie de esfuerzos de descendientes de habitantes de Morillo por mantener el pueblo, pero que vieron que caían en saco roto por no haber nadie habitando el lugar de forma continuada.

Vista de Morillo de Sampietro.
Vista de Morillo de Sampietro.
S. E.

Pensaron en ellos, y empezaron a recorrer un camino plagado de esfuerzos, pero también de satisfacción y de aprendizaje. A su llegada, servicios básicos como la luz, el agua o un acceso en condiciones no estaban disponibles, pero el hecho de que hubieran confiado en ellos para la tarea les bastaba como motivación. Con trabajo, “año a año fuimos ganando en confort”.

Donde antes había una cuadra, ahora Sara y Agustín habitan “un hogar”. La pista de acceso ya es “digna” y cuentan con un sistema de abastecimiento de agua público. También generan y consumen su propia energía solar -característica que compartirá la quesería- y producen gran parte de sus alimentos. Otro factor importante es el contar con internet rural, un aspecto que les facilita mucho el día a día.

Igualmente ha mejorado el resto de Morillo. Se han recuperado antiguas terrazas en piedra seca y los animales han ido regenerando los pastos.

También se encargaron de construir “con mucha ilusión” una nueva cuadra de madera que se integra muy bien en el paisaje. Seguramente tendrá que ver que proviene del bosque cercano. Y es que la tala y procesado de la madera también corrió a su cargo.

Con los brazos abiertos

Eran conscientes de que las nuevas llegadas en el mundo rural no siempre son fáciles. A su favor tenían que los abuelos de Agustín venían de Tella, pero lo que más influyó fue “que la gente ha ido viendo la evolución del pueblo, para ellos ha sido emocionante”.

Además, Sara remarca que “es un proyecto humilde y pequeño, pensado para sobrevivir y cuidar este sitio porque lo queremos. Es algo que conecta con la gente, al final no venimos a montar una granja de cerdos de miles de madres, si no un sistema pastoral que en la zona ya se conoce porque antes se trabajaba así”.

Pocas casas a parte de las de los integrantes de Siricueta quedan abiertas en este pueblo enclavado a 1.000 metros de altura. Una pertenece a unos vecinos de Madrid, que se acercan “en vacaciones y algún fin de semana”. Otra, a un antiguo vecino que habitó Morillo de Sampietro hace una década, pero terminó marchándose a Francia.

Caso singular es el de una borda que pertenece a una asociación cultural que pretende dinamizar el pueblo. “A finales de los noventa, la familia del escritor Severino Pallaruelo la cedió a algunos de los primeros neorrurales, gente muy movilizada políticamente. Han luchado mucho para que el pueblo no cayera en el olvido y hubiera una pista en condiciones. También organizan las fiestas patronales, aunque no vienen mucho”, relata Sara.

Algunas voces que resuenan de forma notable por los valles no han dudado en promocionar la iniciativa de Siricueta. Así, el propio Severino Pallaruelo, el divulgador del mundo rural Eugenio Monesma o La Ronda de Boltaña, entre otros, han publicado vídeos en sus redes sociales para ayudar a los cuatro repobladores. Algo que, parece, ha surtido bastante efecto.