Somontano

COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

María Eugenia Expósito, a aprender marketing en un pueblo y a descubrir sus divertidas verbenas

#CONTRALADESPOBLACIÓN

María Eugenia Expósito en la destilaría Savia Íbera de Berbegal, donde realizó las prácticas.
María Eugenia Expósito en la destilaría Savia Íbera de Berbegal, donde realizó las prácticas.
S.E.

Cuando empezó a ver las opciones que tenía para elegir prácticas con el programa Desafío de la Universidad de Zaragoza y la Diputación Provincial, conocido como ‘Erasmus Rural’, se encontró con Berbegal, un pueblo del Somontano del que ni sabía dónde estaba ni había oído hablar. Pero la propuesta le motivó, ahí se plantó y disfrutó de la vivencia que, por casualidad, coincidió con las fiestas del pueblo. Ahora, María Eugenia Expósito, recomienda la experiencia a todos los universitarios. “Nunca había tenido contacto con el medio rural y para mí fue un descubrimiento total”, asegura.

María Eugenia Expósito tiene 22 años y es estudiante de un Grado de Marketing e Investigación de Mercados en el campus río Ebro de la Universidad de Zaragoza, por lo que tampoco son unos estudios vinculados al medio rural. “Siempre te imaginas que en una gran ciudad hay más oportunidades”, indica. Para su sorpresa, en el medio rural también hay opciones, aunque es consciente de que muchas empresas no pueden tener departamentos de marketing.

Desarrolló su trabajo en la empresa Savia Íbera, una destilería artesana especializada en Aromaterapia Ibérica, que produce aceites esenciales e hidrolatos. “Los productos que hacen tienen muchas aplicaciones, por lo que aprendí mucho también del proceso. Yo, en realidad, me dedicaba a redes sociales, imagen de marca...”, comenta. De hecho, coincidió con la campaña de San Lorenzo, en la que promocionaron mucho el hidrolato de albahaca.

“Una profesora de economía española general es a la que más le oí hablar del Desafío rural y de estas prácticas. Otra profesora de una asignatura de otro año nos insistía en que estaría bien hacer prácticas antes de salir al mundo laboral. Siempre nos decía que al menos hacer una o dos prácticas para ver qué nos gustaba más o menos. Como se juntaron esas dos cosas, le pregunté a una que sí había hecho prácticas con este programa para saber cómo meterme; y lo hice”, explica con detalle.

Tenía que ser de Aragón y, por cercanía había elegido Zaragoza, pero no me daban opción, así que empecé a mirar en Huesca y en Teruel y fui mirando qué iba a hacer en cada empresa. Así me decidí por Berbegal”, apunta. Y no le defraudó.

“Tuve la suerte de coincidir con una chica de Huesca, de la rama de medioambientales, que fue a hacer prácticas allí, más para el campo, pero nos compenetramos superbien. Estuve muy a gusto trabajando y se nos hizo muy ameno”, indica. Además, tenían un buen horarios -desde las 8:00-8:30 hasta la hora de comer-, de forma que por las tardes tenía tiempo para hacer otras cosas como dar paseos por el entorno o ir algún día a la piscina. Aunque explica que con la excusa de la covid no les dejaron coger bono, algo que no entendieron. Por la noche, a la fresca, se iba a dar un paseo hasta un mirador “muy bonito”.

Y es que uno de los requisitos de estas prácticas es que se tienen que alojar en la localidad en la que trabajan. En su caso, explica que estuvo en un albergue, donde había muchos peregrinos. “Coincidió además con las fiestas del pueblo y allí decían que iba a a venir mucha gente. Yo pensaba que solo de los pueblos de alrededor, pero era verdad que vino mucho gente”, recuerda. “Me integré totalmente. La gente del pueblo nos acababa conociendo como las chicas de prácticas”, comenta.

También le llamó la atención que había una tienda de supermercado que sólo abrían por las mañanas, justo en su horario de trabajo. “El muchacho joven que la llevaba rápidamente nos dijo que no había problema porque aunque la tienda estuviera cerrada, si le llamaba, nos abriría. Entonces, aunque a las 17:00 estaba todo cerrado, era una facilidad que no tienes en otro sitio”, comentaba. De este modo, podían hacer la compra sin moverse del pueblo.

Además de la experiencia, “son prácticas remuneradas”, destaca. “Te pagaban la manutención y unos 600 euros. Está muy bien porque estás aprendiendo y viendo si te gusta lo que estás estudiando. Además, aquí te pagan, a diferencia de otras prácticas, en las que trabajas dos meses a cambio de nada, porque sí aprendes pero también les estás ayudando”, indica María Eugenia.

No será probablemente una de mis primeras opciones ir a una empresa del medio rural, pero si tuviera oportunidad, lo intentaría. Por desgracia no puede haber las mismas posibilidades en un pueblo”, indica, al tiempo que puntualiza que las empresas pequeñas no acostumbran a tener estructura suficiente para contar con departamentos de marketing. Pero, la experiencia está ahí, fue buena, y no quiere cerrarse puertas.

“Recomendaría esta experiencia, tanto si tienes pueblo como si no, porque desconectas de tu día a día de la Universidad y de la aglomeración. Te entretienes, aprendes y estás en un entorno que te aporta muchos beneficios”, concluye.