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“Pistachos del norte” trae el primer secadero a la provincia

Un joven ingeniero agrónomo ha abierto una planta de procesado en Laluenga

Exterior del secadero de “Pistachos del norte”.
Exterior del secadero de “Pistachos del norte”.
S. E.

Hace ocho años, poco antes de que cambiase las paredes de la la Escuela Politécnica de Huesca por el campo, José Ignacio Duerto ya barruntaba la idea de plantar pistacho en el Alto Aragón.

Una vez graduado de ingenería agrónoma y tras haber recorrido Castilla-La Mancha y buena parte de la Península, este experto en frutales y leñosos empezó a plantar unas hectáreas de regadío en su explotación familiar. Fue en 2018, motivado por la resistencia al frío y a la sequía que presenta el cultivo.

Como él mismo dice, “el tiempo cambia, y los cultivos también” ya que “hace 30 años aquí hacía mucho más frío y a nadie se le hubiera ocurrido plantar pistacho, pero el cambio climático le favorece”.

Las necesidades que tiene el pistacho, que debe ser procesado en menos de dos días, le hizo ver a José Ignacio que no tenía ningún sentido llevar su producción hasta secaderos de Castilla-La Mancha: “si se hace aquí se tiene que procesar aquí”, sentencia.

Con el auge del cultivo, que cuenta con “bastante gente trabajándolo” en Huesca, se decidió a abrir en la localidad de Laluenga “Pistachos del Norte”, el primer centro de procesado que existe en la provincia y el que está situado más al norte en la Península Ibérica.

Fue a mediados del mes de septiembre, y desde entonces Duerto “va a tope”. Ahora, además de no perder calidad ni producción en sus cosechas, también da servicio a terceros, les asesora y puede comercializar sus cosechas junto a las suyas.

Sus instalaciones tienen capacidad para secar de forma diaria 12.000 kilos de pistacho. Se ha elegido Laluenga por la cercanía de plantaciones de pistacho, lo que facilitaría el secado del fruto y permitiría acelerar los tiempos. Es algo fundamental ya que si el secado no se produce en 24 o 48 horas “el pellejo del pistacho empieza a fermentar, se generan aflatoxinas y se mancha la cáscara; y por tanto se devalúa el precio del producto”, remarca Duerto.

José Ignacio Duerto en el exterior de la planta de procesado, en la localidad de Laluenga.
José Ignacio Duerto en el exterior de la planta de procesado, en la localidad de Laluenga.
S. E.

Su objetivo es producir un pistacho abierto, de tamaño medio – grande y limpio de manchas. El joven emprendedor de Laluenga matiza que el destino de su producción es para hacer snacks ya que “el precio es mucho más competitivo para el agricultor”.

De oro verde, nada

Cansado de ver este tipo de denominaciones en prensa, Duerto subraya que cultivar pistacho no es ninguna fórmula mágica para los agricultores.

Es cierto que los cambios del clima le ayudan ya que “el calor le favorece y exceso de humedad no le va bien”, pero reconoce otras contras ya que “es un cultivo que hasta el cuarto o quinto año no entra en producción”.

Para él, la clave está en diversificar y el pistacho es una alternativa más, no “el cultivo estrella”. Destaca que sí da producción, pero que no hace milagros: “mal llevado no es rentable, debe dársele un manejo adecuado y no jugársela todo a un cultivo”, sentencia.