Huesca

CORONAVIRUS

La covid satura las consultas de salud mental en Infanto-juvenil

Las causas de ingresos son el intento de suicidio y la conducta alimentaria

Tras el confinamiento, los niños fueron los primeros en poder salir a la calle.
Tras el confinamiento, los niños fueron los primeros en poder salir a la calle.
Rafael Gobantes

“La situación a raíz de la pandemia nos está desbordando a todos los niveles, es horroroso”, expresa Eva Mayayo, responsable de la unidad de salud mental Infanto-juvenil en la provincia de Huesca.

Y es que, desde que comenzó la crisis del coronavirus en marzo del año pasado, en el área de Infanto-juvenil del Hospital Universitario San Jorge de Huesca han visto como han aumentado los síntomas en los pacientes con patologías crónicas, a la vez que han llegado derivaciones causadas por patologías graves, de hecho, “muchos de estos casos han requerido ingresos directamente en unidades de agudos”, indica Mayayo.

A este aumento de demandas de consultas, se le añade el obstáculo de que en la comunidad de Aragón “solo hay seis camas para ingresar a niños y jóvenes de esta área, y todas están en el Hospital Clínico de Zaragoza, ninguna en Huesca”, por lo que la única opción en la capital altoaragonesa es “ingresar a los pacientes en pediatría pero con supervisión psicosomática con los compañeros”, expresa la responsable de la unidad.

Por este motivo, la responsable expresa que actualmente hay una lista de espera de 15 pacientes para poder ingresar. Además, Mayayo explica que hoy en día “era inusual” atender a un niño en las urgencias de un hospital con síntomas emocionales y, sin embargo, “ahora lo vemos con frecuencia”.

En lo que respecta a los motivos de ingreso en los adolescentes en Huesca, la sanitaria indica que los principales son tanto la tentativa de suicidio, por el incremento de patologías como la ansiedad, el estrés o la depresión, como las patologías relacionadas con la conducta alimentaria, “que están aumentando muchísimo”. Por estas causas “se han ingresado a jóvenes mayores de 16 años en la planta de psiquiatría de adultos, mientras que a los menores de esta edad lo hacían en el área de pediatría, hasta que se busca una cama en Zaragoza, pero con la espera que a veces se les ha tenido que dar el alta directamente”, lamenta Mayayo.

Según dice la responsable de esta unidad, estos problemas alimenticios vienen a raíz del confinamiento, cuando una de las cosas a las que más se incitaba a través de las redes sociales era a hacer deporte y a comer de manera más sana, “pero a muchas personas se les ha ido de las manos, llegando a realizar ejercicio de manera compulsiva y llegando a perder alrededor de 30 kilos en muchos casos”. Mientras que en los más niños, los motivos de consultas han sido por que “han vuelto conductas regresivas”, como es orinarse en la cama, tener más apego con los padres, el miedo a dormir solos o más estallos emocionales; además, en los niños que padecen trastornos obsesivos compulsivos “se han agravado los rituales y los síntomas, sobre todo en lo que respecta a la limpieza y la higiene”.

Por su parte, los niños con trastorno del neurodesarrollo, (que son más sensibles a todos los cambios), han visto alteradas sus rutinas, ya que han perdido sus terapias y sus ejercicios, perdiendo así muchos estímulos sensoriales al no salir de casa.

Así mismo, en la actualidad “hay más riesgo de violencia o de maltrato, ya que la situación familiar ha sido de mucho estrés”, explica, y a esto se sumó que las diferentes instituciones cerraron, “que en circunstancias normales se pueden dar cuenta y advertir en el colegio de posibles casos de maltrato”.

Otro factor fundamental que ha perjudicado en algunos casos a los jóvenes es el abuso de las pantallas, “como no pueden hacer lo que quieren en la calle debido a las restricciones, prefieren quedarse en casa relacionándose a través de los videojuegos y redes sociales”, explica Eva, llegando a aumentar en más de hora y media el consumo diario de las pantallas en los menores de 12 años, y más de tres horas en adolescentes mayores de esta edad, por lo que acaba afectando al neurodesarrollo de todos ellos.

El papel de la familia

La profesional subraya el importante papel de los padres y de la familia durante este proceso, ya que “los niños son el espejo de lo que ven en casa”, por ello, hay núcleos donde estas enfermedades pasan desapercibidas, “puesto que con el estrés y la ansiedad no han dejado ver más allá, porque hay quienes han perdido empleos o familiares fallecidos, y durante esta época se ha pensado más en sobrevivir y no contagiarse, y ha generado que la parte emocional y de cuidados se haya quedado más de lado”.

Por esto, Mayayo insiste en que si los padres están con trastornos emocionales, “tienen que ser los primeros en consultar a un profesional, porque son los que tienen que ofrecer a los niños y adolescentes esa tranquilidad y la capacidad para comprender cómo están y que puedan expresarse”, y todo esto lo facilita un ambiente de calma, tranquilidad y volver, en la medida de lo posible, a la rutina.

En este sentido, desde la unidad de salud mental Infanto-juvenil resaltan que cuando acuden los pacientes a consulta, “hay que atender también a los padres y hermanos, es una atención a la familia de manera integral”.

El juego, una necesidad

“El juego para los niños pequeños es una necesidad, es un hábito saludable tan importante como comer o dormir”, reivindica la sanitaria, quien lamenta que actualmente, debido a las restricciones, los niños no pueden acercarse ni tocarse, “y ambas cosas las necesitan para construirse como personas, para el neurodesarrollo, y para el desarrollo socioemocional”, por ello lo considera “vital”, y “desgraciadamente, ahora parece un capricho”.

Otra dificultad que están teniendo los niños en el aprendizaje es el uso de mascarillas, porque “al no tener el lenguaje desarrollado, dificulta mucho aprenderlo”. “Esto es algo que habrá que evaluarlo a posteriori”, pero asegura que tendrá consecuencias en el lenguaje y en la conducta, y “todo esto desembocará en más enfermedades mentales”, apunta la sanitaria.

Especial atención

Desde la unidad Infanto-juvenil de salud mental reivindican que tanto la infancia como la adolescencia son dos etapas “claves”, que “hay que cuidar mucho” y que “han quedado en segundo plano”.

En este sentido, explican que la mitad de los trastornos mentales empiezan a despuntar a los 14 años, en plena adolescencia, por lo que es entonces cuando “hay que prestar especial atención a los jóvenes, tratando siempre de conseguir un espacio agradable para ellos y en el que puedan manifestar en todo momento su estado emocional”.

Especial atención también tiene que tener la salud mental en el sistema sanitario, ya que “siempre ha estado a la cola de la prioridad”, así que si ya tenía problemas antes de la pandemia, “ahora se acentúan y se han multiplicado”, indican, una situación que si la salud mental “hubiese tenido una prioridad o unas estrategias para poder haber intervenido en este colectivo vulnerable y con necesidades especiales, no tendría ahora la demanda que tiene” y en consecuencia, las listas de espera. Porque como dicen, “un sistema sanitario insuficiente y precario, no tiene capacidad ni recursos para afrontar esta situación”.

Pese a ello, Mayayo explica que las consultas únicamente fueron telemáticas de marzo a mayo del pasado año, pero en cuanto pudieron retomar la presencialidad lo hicieron, ya que consideran indispensable ver a los pacientes, interactuar con ellos y sobre todo en los jóvenes, “buscar un momento de intimidad para que se expresen sin que estén sus padres”, concluye.