Huesca

SERVICIOS EN EL HOGAR

Mujeres migrantes, mayoría en el trabajo doméstico

Desde Trobaempleo, agencia de colocación de Cáritas, se intermedia en la búsqueda de empleo
en el sector de servicios en el hogar

El trabajo de servicio al hogar es un sector altamente feminizado.
El trabajo de servicio al hogar es un sector altamente feminizado.
Tima Miroshnichenko

Las mujeres de origen extranjero son mayoría en el trabajo doméstico. De las 1.402 personas de la provincia de Huesca, afiliadas a la Seguridad Social en 2022 en el sector del servicio en el hogar, el 97 % eran mujeres y el 57 %, migrantes.

De esas, 102 personas fueron acompañadas en la búsqueda de trabajo por Trobaempleo, la agencia de colocación de Cáritas, colaboradora del Inaem. El 99,9 % fueron mujeres; 54 trabajaron internas y entorno al 95 % provienen de otros países. “Y ese porcentaje se ve reducido porque algunas de estas personas han sido nacionalizadas”, explica Jorge Torre, técnico de Empleo y Orientación Laboral de Trobaempleo. Las ofertas fueron 44. “A veces en una oferta nos piden dos puestos de trabajo”, añade.

La agencia es un “lugar de encuentro entre trabajadores y empleadores”. Un espacio que se mueve por el “boca oreja”, en el que el 99% de las ofertas provienen de particulares.

Se informa a las trabajadoras sobre cuestiones esenciales. Hay mujeres, “las que llevan más rodaje, que conocen algunos de sus derechos, pero las que vienen de nuevas... Te cuenta que están trabajando de lunes a domingo y lo ven normal. Te dicen ‘es un trabajo duro pero es lo que hay’. Creen que es legal. Cuando les explicas cuáles son unas condiciones legales quieren salir de donde no se están cumpliendo”, explica este técnico de Empleo. Con las personas empleadoras, el primer trabajo “es el de resituarles en el trabajo doméstico”: “No conocen el servicio ni tampoco las condiciones laborales que se dan, por ejemplo cuántas horas puede una persona estar en su domicilio, cuánto hay que pagarles...”.

También realizan un seguimiento durante la adaptación tanto con la familia o persona empleadora, como con la trabajadora. Si se apunta a dificultades, Torre asegura que se ha “encontrado de todo. Desde personas que no se han presentado el primer día de trabajo hasta chicas a las que les decían que tenían que dormir con la persona que tenían que atender, cuando la ley dice que tiene que tener su habitación”.

Desde que se han mejorado las condiciones de trabajo de las personas trabajadoras al servicio del hogar ha hecho que la percepción sobre el sector empiece, ligeramente, a cambiar. “La gente, entre que le han subido el salario mínimo y ve que empieza a cotizar por desempleo, se ve un poco más acomodada. Sí es verdad que la gente que quiere salir del empleo doméstico, pues es un trabajo duro, quiere continuar -cuando el cuidar es vocacional- trabajando en residencias”.

Desde Cáritas se insiste: la condición para atender la búsqueda del empleador es que de esta parte se ofrezca un contrato con alta en la seguridad social, lo que requiere que la persona trabajadora tenga una situación que le permita trabajar regularmente.  

“Venimos a ganar dinero dignamente, merecemos que se nos valore más”

Lleva 8 años en España y prefiere preservar su anonimato. Las primeras veces como trabajadora en el servicio del hogar recibió actitudes y trato por parte de sus empleadores que sintió “como una humillación”. Pasado el tiempo, afirma: “Venimos a ganar nuestro dinero dignamente y merecemos que se nos valore un poco más”.

Desde que llegó a Huesca -cuando una amiga le dejó su empleo-, en su segunda vez en el país, se ha sentido parte de las familias a las que ha cuidado; “una señora” durante 5 años, con dedicación “24/7, no porque me lo exigieran, sino porque lo sentía”. También una pareja mayor en un pueblo. Se reafirma en que “si hace el trabajo con amor y dedicación (...) es imposible no encariñarse con ellos”.

Acaba de alquilar una habitación. Ya no trabaja interna, sino que va a dos casas por horas. “Antes no me animaba... Y si una trabaja, se merece vivir bien”.

Ya tiene aprobada la nacionalidad. Aún recuerda, cuando fue la primera vez al gestor, animada por la familia para la que trabajaba: “Me dijeron que tenía que esperar tres años, salí llorando de ahí”. Sueña con “volver a tener mi tienda, mi negocio”. Pero el coste de la vida, más lo que le envía a su madre, “lo pone un poquito difícil para ahorrar”.