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COLABORAN: CAJA RURAL DE ARAGÓN Y DIPUTACIÓN PROVINCIAL DE HUESCA

Nadie creía en ella y 11 años después sigue de trashumante... y con su oveja tatuada

#CONTRALADESPOBLACIÓN

Judit Ballarín en plena trashumancia.
Judit Ballarín en plena trashumancia.
S. E.

CUANDO Judit Ballarín se incorporó como ganadera de ovino a los 19 años, le metieron tanto miedo de que no aguantaría que, por si acaso, renunció a la ayuda para no tenerla que devolver. Delante con la vara y su oveja Paloma a su vera, Judit guía a sus 800 reses desde Altorricón a los pastos de la localidad ribagorzana de Merli, donde hunde sus raíces su familia paterna y su tradición ganadera. Ahora, tiene 30 años, en su brazo lleva tatuada la silueta de Paloma y en el cuello el colgante que con la cara de su oveja y el número de crotal le regaló una amiga.

Es una ganadera mediática, que enseña en redes su pasión, sale en televisión y hasta participó en el acto de presentación en Madrid de Pedro Sánchez en la campaña de 2019 para defender su sector y el medio rural. Aunque no olvida las dificultades, hoy volvería a elegir su profesión.

“Nadie confiaba en que fuera a aguantar cinco años con las ovejas. Decían: ¡Esta se cansará!”, recuerda. “Y ya no es el plus de joven, sino el de chica. Nadie daba un duro por mí. Está claro que llama más la atención que sea chica y por eso me vienen a buscar, es un caso más extraño. Sé que igual no tengo la misma fuerza, pero al final hago las cosas y me fastidia que me digan; ¡uy, qué valiente! ¿Por qué? Pues igual que todo el mundo”, reflexiona. “Cuando voy a repostar con el tractor por la carretera, la gente mira para atrás”, comenta, de aquí que se sienta el “bicho raro” de su rebaño.

Atiende a este diario mientras espera en el veterinario a que le revisen a la perra, en estas horas libres al mediodía que le permite el pastoreo en esta época del año, mientras sus ovejas descansan y se resguardan del calor hasta volver al monte por la tarde hasta la noche. Precisamente, Judit quería ser veterinaria. Sin embargo, “como no me gustaba estudiar mucho y mi padre se jubilaba... Realmente, él tenía intención de vender, pero no quise. Digamos que de niña no soñaba con eso, pero todo me llevó a esto”, indica esta joven que finalmente estudio un Grado de Gestión Forestal.

Judit ha hecho el camino de vuelta tras las huellas de sus antepasados. Su padre fue el que tomó la decisión de bajar a Altorricón, donde no tenía ningún vínculo, y ahí conoció a su madre. Otros años Judit estaría en plena travesía entre Altorricón y Merli, pero este año en lugar de partir en torno al 10 de junio, el calor ha hecho que la adelantara 25 días. De hecho, la sequía igual le obliga a bajar antes de tiempo porque “no hay comida en el monte”. Así que deshará parte del camino hasta Estopiñán, donde tiene arrendadas unas tierras, para que acaben allí el verano.

A Judit este trabajo le ha permitido quedarse en su casa. “Según lo que estudias, te tienes que ir de casa, y a mí no me gustaría estar en la ciudad. Tengo un trabajo muy obligado porque tengo que estar cada día, pero si algún día me tengo que ir, no tengo que darle explicaciones a nadie. Tiene cosas malas, pero yo aún le veo más cosas buenas”, indica. “De momento, no me arrepiento, y si un día lo hiciera, no las tendría”, afirma.

Por otro lado, “por el momento es rentable, pero tal y como se están poniendo las cosas... y por eso el cordero no se puede vender más caro”, reflexiona.

Aunque renunció a la ayuda, ahora, la administración casi tendría que pagarle por mantener la trashumancia, declarada Bien de Interés Cultural Inmaterial por parte del Gobierno de Aragón en 2011 y reconocida como tal en 2017 por el Gobierno central.

Sin embargo, “vamos muy bien para el medio y para todo, pero por donde pasamos cada vez están peor las vías pecuarias. Nos encontramos con cabañeras sulfatadas, que si pasas con las ovejas te las puedes cargar (que me he cargado varias veces), tramos que desaparecen, otros que no encuentras agua en dos días... la verdad es que está muy mal”. Esta joven ganadera recorre Altorricón, Tamarite, Alcampell, Saganta, Estopiñán, Benarrabe y bordea el Isábena hasta llegar a Merli, por la cabañera por la que antaño pasaban miles de cabezas de ganado, mientras ahora ya solo la utilizan cuatro ganaderos.

Judit no es el “bicho raro”, la pastora exótica, sino la heredera de una tradición secular y, al mismo tiempo, el futuro de un bien inmaterial para que el reclama, al menos, atención.