Cultura

PERIFERIAS 21.0

Los 4 puntos cardinales de la península

Amorante, Laura LaMontagne, Za! y Califato ¾ exploraron nuevas vías de la música tradicional

Califato ¾ constituyen la avanzadilla del nuevo rock andaluz.
Califato ¾ constituyen la avanzadilla del nuevo rock andaluz.
Javier Blasco (Periferias)

La primera jornada del gran fin de semana musical de Periferias constituyó una verdadera apoteosis del concepto “glocal” (mezcla de global y local) al demostrar que las particularidades localistas de los distintos folclores y músicas de raíz maridan muy bien con lenguajes más universales como la electrónica o el free jazz. Por otro lado, de forma inesperada, la jornada deparó una auténtica carambola, ya que en ella estuvieron representados los cuatro puntos cardinales de la península: el oeste (los gallegos Laura LaMontagne & PicoAmperio), el norte (el vasco Amorante), el este (los catalanes Za! & TransMegaCobla) y el sur (los andaluces Califato ¾). Un curioso mosaico formado por las dulces melodías galaicas, la tradición de los bertsolaris, la sardana y las sevillanas. Todo ello bien mezclado y agitado con los más diversos sonidos y referencias. Un panorama que ilustra muy bien el magnífico estado actual de la música española, que afortunadamente poco tiene que ver con el de diez años atrás, cuando parecía que las raíces musicales eran un estorbo.

La tarde comenzó en el Centro Cultural Manuel Benito con Amorante. El guipuzcoano Iban Urizar, que ya había actuado en Huesca hace cuatro años en el Microfest, es un maravilloso embaucador que hipnotiza al público desde el primer momento. Salió a oscuras entre el público tocando una esquila y una trompeta, y a partir de allí, con la sola ayuda de su voz, la trompeta, un armonio y un arsenal de loops que multiplicaban los sonidos, fue desgranando una colección de romances contemporáneos, en gran parte basados en textos de bertsolaris como Joxean Artze, Joseba Sarrionandia (en clave afrofunk jazzy) o Jose Mari Iparragirre, cuyo Manuela sonó con adictivos efectos autotune, que pusieron al día este texto del siglo XIX.

Amorante.
Amorante.
Pablo Segura

Amorante puede unir en su figura al bertsolari, el rapero y el reguetonero. O de ponerle acento trap a un texto escalofriante de Indalezio Bizkarrondo “Bilintx”. Y de rendir tributo a su tío Jose Mari Ondarza (medio anacoreta, medio druida) poniendo música a textos suyos como Camposanto (una terrorífica fiesta gastronómica en un cementerio) o Me fui a París, que narra con ritmo africano que en la frontera le pidieron el pasaporte a él y a su burro. Una mágica fusión de lo telúrico y lo cósmico.

Después, los gallegos Laura LaMontagne & PicoAmperio, jovencísimos, mostraron las posibilidades que ofrece la combinación de poesía, melodías galaicas y electrónica. Sus principales bazas son la delicada y preciosa voz de Laura y las excelentes bases que construye Pico, dj y productor del dúo.

Laura LaMontagne.
Laura LaMontagne.
Javier Blasco (Periferias)

Comenzaron con Banharemonos nas ondas, sobre un texto del trovador del siglo XIII Martín Codax. Siguieron con los toques R&B de Avelaneiras Frolidash y la electrónica sutil de Atalaia. Fue una delicia escuchar la Cuarta balada amarilla de García Lorca con su evanescente fondo IDM, precediendo a esa maravilla de ambient dub que es Ondas do mar do Vigo (otro texto de Martín Codax). Porque no mundo flotó sobre percusiones asian underground, y en Nada, un tema en clave de acid rap, recordó a la gran Kate/Kae Tempest. Y Senhora, a ritmo de trip hop, hizo pensar en unos Massive Attack gallegos. Después mezclaron spoken word y bass music para poner banda sonora a un emocionante poema de Luz Fandiño, Pola Costa.

Y clausuraron con nota muy alta su actuación con A xustiza po la man de Rosalía de Castro, en el que un fondo sonoro tenebroso acabó desembocando en un rap sobre trepidante ritmo 4x4. Toda una revelación.

Ya por la noche, en el Palacio de Congresos, la cosa derivó hacia la más regocijante y libérrima anarquía sónica. A finales de los años 70, François Tusques, pianista y pionero del free jazz en Francia, invitaba a sumarse a uno de sus colectivos jazz a tres “sonneurs traditionnels” bretones con sus bombardas y biniou koz (gaita bretona). Un ejercicio transfronterizo por estilo, instrumentación y sonoridades que dio lugar al magnífico Après la marée noire. Vers une musique bretonne nouvelle.

40 años después, el dúo Za! invita a un cuarteto de instrumentistas tradicionales de la Cobla Sant Jordi y al dúo vocal Tarta Relena para crear la TransMegaCobla, un imaginario con músicas de raíz mediterránea partiendo de sus principios de un impro rock transgresor y ruidista. En directo, el conjunto se apoya en un fantasioso imaginario fenicio para recorrer musicalmente las orillas del Mediterráneo.

Za! & La TransMegaCobla.
Za! & La TransMegaCobla.
Javier Blasco (Periferias)

Sobre la contundencia de la base que crea Za! guitarra y batería (más moderados que en sus presentaciones a dúo), asoman desde la más tradicional sonoridad de una cobla (su tenora, su flabiol…) a los hipnóticos ritmos gnawa, pasando por las melodías vocales. Y para dar unidad a todo ello, su particular versión de las conducciones (improvisación dirigida mediante señales) que los Za! vienen utilizando con proyectos como Caballo Ganador y que igual les sirve para los músicos que para dirigir la participación sonora del público.

Por filosofía, el proyecto de Za! es más caótico que el de Tusques, pero su directo fue todo un directo al estómago. Se queda, pues, a la espera del disco que documente esa “nueva música mediterránea”.

Y por último, llegaban las grandes estrellas de la jornada, los sevillanos Califato ¾, que junto a Derby Motoreta´s Burrito Kachimba constituyen la avanzadilla del nuevo rock andaluz.

Con un escenario dominado por un estandarte de Semana Santa y una montaña de sillas de tablao, Manuel Chaparro “The Gardener” hizo de maestro de ceremonias (un poco invasivo y excesivo en algunos momentos) de un show en el que salió a relucir el bullicioso potaje sonoro de una banda que tiene su origen en colectivos como Breaking Bass o BSN Posse.

Con su original forma de escribir la jerga andaluza, iniciaron su actuación con Indiô der Çuh para continuar con la saeta Çambra der Huebê Çanto, Crîtto de la Nabahâ o la magnética Buleríâ del aire acondiçionao. Tampoco faltó la psicodelia acid de La puerta (su remix de Le Parody), ni La bía en roça o esa deliciosa Guahira playera, en la que la cantaora Roxana Pappalardo brilló a gran altura.

Terminaron con la reconfortante y bonita Alegríâ de la Alamea. Pero el bis fue casi una segunda parte, con el público cada vez más entregado al frenesí “califático”. Siguieron L’ambôccá, el rockero Camelamô naquerâh, ecos de krautrock y veloces ritmos breakbeat, la poderosa rumba Ruina (con un guiño al Así me gusta a mí de Chimo Bayo) y su más reciente hit makinero-rumbero Te quiero y lo çabê, que puso a todo el mundo como una moto, encendiendo la llama de la revuelta en el patio de butacas. Y el fin de fiesta fue apoteósico: el himno de Andalucía envuelto en breakbeat, el ritmo de las raves andaluzas. Una bendita locura.