Huesca

UN AÑO DE LA COVID 19

Julio Luzán: “Las pantallas eran esenciales y debíamos estar ahí”

El director de Tecmolde lideró una iniciativa para proteger a profesionales de primera línea que recorrió varios países

Julio Luzán explicó en un vídeo cómo montar las pantallas.
Julio Luzán explicó en un vídeo cómo montar las pantallas.
S.E.

Era mediados de marzo y los primeros envites de la pandemia de covid-19 resultaban difíciles de rehuir. Había mucho desconocimiento y pocos recursos para hacer frente a la nueva situación. Los sanitarios se defendían de la enfermedad enfundados en bolsas de basura y no llegaban las mascarillas para todos. Reinaba la confusión, el miedo y el caos, en Huesca y en todo el país.

Julio Luzán recibió la llamada de un amigo médico, que le preguntaba si no dispondría de alguna pantalla protectora, de esas que se emplean en los talleres. Negativo, no había nada parecido, pero sin duda había interpelado a la persona correcta. En unas horas, Julio había diseñado en sus instalaciones de Loporzano un prototipo y había grabado un vídeo en el que le explicaba cómo debía proceder para montarlo. Aquel día fabricó 700 unidades, 2.500 al siguiente y 12.000, a partir del tercero.

Con la virtud del compromiso, la generosidad y la discreción, y unos sólidos principios que le llevan a defender que la vida siempre será mejor con la fuerza de la unión, Julio Luzán puso en marcha un proyecto solidario que alcanzó tales magnitudes que dio la vuelta a España, trascendió sus fronteras y alcanzó varios países de Europa y Latinoamérica.

La actividad de su empresa, Tecmolde, dedicada a los parques temáticos y la escenografía, no estaba considerada como esencial pero pidió permiso a la subdelegada del Gobierno que entendió la importancia de su iniciativa y le preparó unos salvoconductos para que pudiera llevarla a cabo.

No era un momento bueno para su negocio, porque su sector también había quedado paralizado en el Estado de Alarma, pero decidió retirar el erte que ya le habían concedido y destinar todo el material de su taller a la fabricación de estas pantallas. Así, su personal se dedicó de manera exclusiva a este objetivo, con una intensa labor desarrollada en tres turnos.

Cuando se terminó el acetato, Julio Luzán ya no podía asumir más gastos y pidió ayuda al foro Huesca Excelente y a los rotarios, y llamó a todas las puertas que se le ocurrió. “Y entonces apareció Concahusa, que fue toda una bendición, porque se hizo cargo de toda la gestión, de recoger dinero para pagar los materiales y también a los trabajadores”.

Los sábados y domingos, los empleados acudían de manera voluntaria y Tecmolde rechazó ingresar cualquier beneficio mientras duró todo este proceso.

El teléfono echaba humo en la oficina, porque aquel vídeo que grabó para su amigo se había hecho viral. Recibían infinidad de pedidos, de 500 y hasta 1.000 pantallas, y las llamadas procedían de distintos puntos de España. “Llegamos hasta la valla de Melilla, a todos los hospitales, residencias y puntos críticos. Pudimos ayudar a muchos profesionales que tenían que enfrentarse a esta enfermedad y atender a los pacientes sin ninguna protección. Muchos vivían la situación con verdadera angustia”, explica.

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Una sanitaria con una de las protecciones de Tecmolde.
S.E.

Enseguida se creó una lista de voluntarios y de furgonetas, privadas y de empresas, que se ofrecieron para llevar las pantallas por distintas ciudades del país. Era una labor complicada porque España estaba confinada y en Andalucía hubo gente que ofreció sus casas para que los conductores pudieran dormir y continuar repartiendo al día siguiente.

Un día se le ocurrió que haciendo un corte doble en el acetato podía multiplicar la producción y pasó a elaborar 24.000 protecciones al día. “La logística era ya una locura, pero no podíamos parar. Estas pantallas eran esenciales para muchos profesionales, era una necesidad que nosotros teníamos que cubrir y teníamos muy claro que debíamos estar ahí hasta el final”, comenta.

Recibía donaciones de particulares y empresas, algunas de hasta 1.000 euros. Varios benefactores indicaban que los destinatarios fueran colectivos determinados, como la Guardia Civil, la hostelería, futbolistas y, por supuesto, personal de residencias y sanitarios. Todos los deseos se cumplieron.

Concahusa puso en marcha distintas ideas para recaudar dinero y entre unas y otras partidas se reunieron 200.000 euros. “Una auténtica barbaridad”, como lo califica Julio.

También le propusieron hacer negocio con este “boom” de las pantallas, pero se negó. Lamenta que hubo quien sí lo hizo y a su costa, porque algunas de las que se repartieron gratuitamente fueron posteriormente vendidas y porque tuvo la iniciativa de subir a las redes sociales una explicación sobre cómo fabricarlas, con la indicación expresa de que no se cobrase por ellas, pero no todo el mundo accedió a esta petición.

Muestras de agradecimiento

Julio Luzán guarda una carpeta llena de mensajes de agradecimiento. “Todo esto es muy emocionante, son cosas que te tocan el corazón, te confirma esa sensación de que estás haciendo lo que debes en ese momento y de que estás acertando”, declara.

En cuanto la iniciativa se fue conociendo, la gente se acercaba hasta Loporzano para llevar trenzas, café, frutas y productos de panadería con las que agasajar a Julio y sus trabajadores. “Cuando algo te ayuda o te reconforta, sientes un agradecimiento muy grande y de manera muy natural. Por eso se produjo una corriente de una gran sensibilidad, todo el mundo tenía ganas de hacer algo, de estar ahí. No salimos en los grandes medios de comunicación nacionales, pero nadie lo pretendía. Todo brotaba de dentro”.

Entre finales de abril y principios de mayo se dio por finalizada esta gran aventura, cuando las administraciones surtieron ya a los profesionales esenciales de las debidas protecciones.

Lo que son las cosas, en octubre, Julio Luzán se contagió de covid en una jornada de trabajo y tuvo que ser ingresado junto a su mujer, Lidia, en el Hospital San Jorge. Allí recibió el cariño y la gratitud de tanta gente que pudo protegerse con sus pantallas al comienzo de la pandemia, el mismo trato exquisito, subraya, que recibía el resto de los pacientes. Por Navidad, Julio les envió unos adornos que había creado para llenar “de color y vida” esa cuarta planta.

En los libros, quedarán reflejados para siempre los datos, 400.000 pantallas y 200.000 euros en donativos. Y aunque el número no aparezca, fueron millones los corazones que quedaron conectados por una iniciativa que pretendió ser un granito de arena y se convirtió en una inmensa playa soleada.